Cómo pintar una escena: Color y literatura

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La idea para escribir este artículo surgió mientras leía el blog de Gabriella Campbell, que en una de sus siempre interesantes entradas de «recortes» mencionaba el uso de los colores por parte de Neil Gaiman en su novela American Gods. Éste es el fragmento que le llamó la atención, que transcribo íntegro a partir de la traducción original:

 

“En una habitación de color rojo oscuro ―las paredes de un tono casi idéntico al del hígado crudo―, hay una mujer alta vestida al estilo de los dibujos animados, con pantalones cortos de seda excesivamente ajustados y una blusa amarilla anudada bajo sus exuberantes pechos. Lleva su negro cabello recogido en un moño en lo alto de la coronilla. A su lado hay un hombre de baja estatura ataviado con una camiseta de color verde oliva y unos caros vaqueros azules. En su mano derecha porta una cartera y un móvil de Nokia con la carcasa roja, blanca y azul.”

 

 
Estuve dándole vueltas a este tema durante semanas. Sabía que aquí había algún tipo de enseñanza latente, una de esas técnicas que pocas veces se han puesto por escrito y que quizá nunca se hayan sistematizado. Lo sentía en los huesos, y creo que no me equivocaba. 

En este fragmento, Neil Gaiman estaba pintando. Pintando con palabras, vale, pero pintando al fin y al cabo.

¿Por qué es interesante aprovechar el color en las descripciones?

Imagina que hacemos la siguiente prueba. Reunimos a cincuenta escritores, les enseñamos la misma fotografía —una imagen de un almacén abandonado, por ejemplo— y les pedimos que escriban una descripción del lugar. Luego comparamos las cincuenta descripciones. Comprobaremos que no hay dos iguales. Obvio, ¿no?

Vale. Ahora imagina la prueba contraria. Cogemos la descripción de un escritor cualquiera y nos la llevamos a la sala de al lado, donde tenemos a cincuenta lectores esperando. Les leemos la descripción. Cada uno de ellos se hará una imagen mental en la cabeza. No habrá dos imágenes iguales, serán cincuenta almacenes distintos. El lector “tira de archivo”, de recuerdos, de fotografías, de películas, de todo el material visual recopilado a lo largo de su vida.

Todo esto es evidente, pero no siempre nos percatamos de ello. Los escritores tenemos un conjunto de herramientas limitadas pero muy versátiles para transmitir nuestras ideas. La literatura no es un arte visual, sino descriptivo: El novelista escribe palabras y el lector compone con ellas una representación en su cabeza. Para que este proceso funcione el escritor usa la imaginería, “que permite crear una figura mental mediante el uso de palabras o frases que evocan los cinco sentidos y disparan respuestas emocionales.”[1]

Precisamente por esto mismo es interesante aprovechar los colores en las descripciones. Porque al usar un color no solo reducimos la ambigüedad de la descripción (“verde” es “verde” para todo el mundo, más o menos), sino que también podemos ayudar a generar en el lector un estado de ánimo o unas determinadas impresiones de forma subrepticia. 

Al fin y al cabo, ¿no es el azul el color de la calma, amarillo el de la alegría y rojo el del peligro? Los pintores saben todas estas cosas, y las aprovechan para transmitir con eficacia su mensaje. ¿no podría emplearlos el escritor del mismo modo, para reforzar ideas, para enfatizar el estado de ánimo del protagonista o para cargar una escena de simbolismo

Yo creo que sí.

Ejemplos en otras artes

Pocas veces he visto hablar del color en manuales para escritores, si es que lo he visto alguna vez. Hay un libro, llamado If It’s Purple, Someone’s Gonna Die de Patti Bellantoni, en el que se analizan sesenta películas y el uso que se hace del color en ellas. Yo, que leo y releo todos los libros de arte cinematográfico que caen en mis manos, encontré uno de los mejores ejemplos en el Cabinet of Curiosities de Guillermo del Toro

Del Toro está obsesionado con el uso del color en sus películas, y estoy seguro de que no es el único, pero es el ejemplo que conozco mejor. Fijaos en El laberinto del fauno, o en Hellboy, en cómo las escenas del mundo real están saturadas de azul y de colores fríos, y las del mundo mágico o especial tienen una cualidad dorada, cálida. Fijaos en cómo esta tonalidad almibarada contamina el mundo real en algunos momentos muy calculados. Otro ejemplo puede ser La novia cadáver, de Tim Burton. En el mundo de los vivos predomina el gris y el azul, con pocos contrastes. En cambio, el mundo de los muertos es todo luz y colores. Así, Burton contrapone la encorsetada y moralista sociedad victoriana con el mundo de alegría y libertad de la otra vida. Y si queréis más, fijaos en David Lynch, y en cómo usa el color como elemento simbólico. Aquí tenéis un buen artículo con ejemplos.

 
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El Laberinto del fauno, de Guillermo del Toro. Composición propia. Fuente (1) y (2).


Cómo aplicar color a tus historias

Después de este alegato y de los pertinentes ejemplos, la verdad es que seguimos con la duda: ¿Cómo puede un novelista aplicar el color a la imaginería de su obra? Ahora entramos en arenas movedizas, porque no hay apenas información que nos ayude con este tema. No puedo citar a un gran novelista explicando cómo aplicar la técnica, como suelo hacer habitualmente, así que os tendréis que conformar conmigo, y con un puñado de ideas que he ido barruntando durante las últimas semanas. Algunas ya las he puesto en práctica —sobre su grado de eficacia no puedo hablar, claro—, y otras me parecen interesantes para investigarlas en un futuro.

1# Elegir una paleta limitada para cada historia.

La idea sería analizar las localizaciones de nuestra novela y reducir cada escenario a dos o tres colores fundamentales, que luego podemos enfatizar en las descripciones. Siempre que sea posible, el escenario de tu novela debería ser un personaje más, pues es una buena oportunidad de aportar significado y simbolismo a través del entorno. No hay más que pensar en Cumbres borrascosas, de Emily Bronte, o incluso en El Señor de los Anillos, de Tolkien. Pero si tengo que quedarme con un ejemplo, elijo a Thomas Wolfe y esta maravillosa descripción de Brooklyn al atardecer:

 

“Cae la noche a toda prisa y el cristal helado produce en tus manos un tintineo leve pero muy agradable. La gran ciudad parece arder en toda su amplitud, en su apabullante telón de torres recubiertas de destellos, zurcidos ahora junto al polen diamantino de un millón de luces… y el sol se ha puesto ya detrás de ellas y la vieja luz rojiza del crepúsculo queda pintada sin calor, sin violencia, sobre el río. Y allí están los botes, los remolques, las barcazas que pasan y la perspectiva alada de los puentes con su gracia exultante. De pronto ha caído la noche y hay barcos allí, hay barcos, y una ansiedad animal e intolerable dentro de ti que no consigues calmar. […]La grandiosa imagen de la ciudad vive en tu corazón con sus colores fantásticos, tal como ocurría cuando tenías doce años y pensabas en ella.”

 

Thomas Wolfe, Una puerta que nunca encontré
Si quieres aprender a aplicar color a tus historias, Una puerta que nunca encontré debería de ser de lectura obligada. Está lleno de imágenes como esta: “el verde profundo de las laderas de la montaña se quemó hasta adquirir tonos ocres, espesos y relucientes”. También juega muy bien con los contrastes:

 

“Viste todos los colores del sol y el puerto que parecía arder, relumbrante y en constante mutación a través de un enjambre de motas, en una iridiscente telaraña de luz y de color que, por un instante, se posó sobre un orgulloso buque blanco.” 

 

Pero bueno, ya sabemos que Thomas Wolfe es artillería pesada.
 

Paleta
Fuente

 

 

2# Asociar un color a cada personaje.

Lo has leído miles de veces: Un caballero con una armadura blanca y reluciente se enfrenta en una justa medieval a otro con una armadura de color negro. Y ya está. No necesitas saber nada más, porque con esto eres capaz de identificar quién es “el bueno” y quién “el malo”. Porque los colores tienen un significado, conforman un código que todos los miembros de nuestra cultura occidental somos capaces de descifrar sin pararnos a pensarlo demasiado. 

Eso sí, si no queremos sonar a tópico, debemos complicar las cosas un poquito más. Podemos asociar un color a cada línea argumental de nuestra novela, o un color a cada personaje. Podemos hacer que ese personaje vista al menos una prenda de ese color, jugar con el simbolismo y añadir otra capa de significado a la historia.

Breaking Bad es genial en esto, como en todo lo demás: Desde los apellidos de Walter y Jesse (White y Pinkman), al sombrero negro que simboliza su transformación en Heisenberg, el nombre de su antigua empresa (Grey Matter), el color azul característico de la droga que fabrican y la forma en la que Marie se rodea de objetos de color púrpura. ¿Os habíais dado cuenta de todas estas cosas? Seguro que hay muchísimas más asociaciones de colores que a mí se me han pasado por alto.

La gente de Disney también es experta en utilizar los colores de sus personajes para conseguir una respuesta emocional en el espectador. Os bombardeo con unos cuantos ejemplos que me vienen ahora a la cabeza: 

 

  • El rojo de la vestimenta del Capitán Garfio en Peter Pan evoca el color de la bandera comunista, lo cual tiene mucho sentido porque la película se estrenó en 1953. 
  • El traje azul intenso de Bella en La bella y la bestia es la única nota de color entre todos los habitantes del pueblo, que visten en tones marrones, verdes oscuros y ocres. Sirve para enfatizar que Bella es diferente a todos los demás. Especial.

  • El personaje de Ebenezer Scrooge en Los teleñecos en cuentos de navidad, va  siempre vestido de negro. Sin embargo, la mañana de Navidad, después de haber sido transformado por la visita de los tres fantasmas, se cubre el cuello con una bufanda roja, dando un toque de color que sirve para simbolizar el cambio.

 

 

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Significados de los colores. Fuente.

 

 

3# Evitar las obviedades y ser sutil.

Hay que deshacerse de expresiones perezonas como las de “el cielo gris”, “el mar azul”, o “la noche oscura”. En definitiva, de todos los colores irrelevantes que no ayudan en nada a la descripción y solo generan ruido. Y luego está lo de la sutileza. Porque podemos pintar un cuadro casi todo de amarillo como hacía Van Gogh y quedarnos tan anchos, pero en literatura cada palabra cuenta.

Puede surgirnos la duda de si el lector podrá captar algo tan sutil. Ahí entran en juego las habilidades de cada cual, pero siempre he pensado que no tiene demasiada importancia. La mayor parte de las historias —si están bien hechas— son mucho más complejas y están más meditadas de lo que parecen tras la primera lectura. Creo que ese trabajo de fondo se “siente” aunque no se vea. Todos los lectores saben si algo les gusta o no, pero la mayoría no se molestan en hacer un análisis profundo sobre el tema de la novela o el simbolismo, lo que no quiere decir que esos elementos no hayan contribuido a decidir si la novela les ha gustado en primer lugar.

En cualquier caso, el escritor siempre puede explicitar sus intenciones. Lo bueno de la escritura es que se puede dirigir la atención del lector hacia aspectos que podrían parecernos triviales. Si nos pasamos tres párrafos describiendo una lámpara, el lector —si es que no ha cerrado el libro por puro aburrimiento—, asumirá que esa lámpara es importante. Podemos hacer lo mismo con el color; eso sí, solo si de verdad creemos que es necesario.  

* * * *

¿Y a ti? ¿Te parece interesante la idea de utilizar colores para añadir capas de interpretación a tu novela? ¿Se te ocurren otras formas de usarlos? ¿Conoces otros ejemplos?



[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Imaginer%C3%ADa_%28literatura%29
Fuente de la primera imagen: Hopper. http://www.ibiblio.org/wm/paint/auth/hopper/street/hopper.gas.jpg

11 comentarios

  1. Hola, Víctor,
    Como siempre un artículo muy interesante. Nunca me había parado a pensar en el color a la hora de escribir y mira que soy de adjetivar (a veces, de sobreadjetivar), pero nunca le había dado mayor importancia. Sí que he usado mucho el color por su simbología, me gusta jugar con las sinestesias y dar color a sentimientos y sensaciones.
    Creo que desde ahora voy a estar más atento a la forma en que uso el color, ya que creo que es una herramienta interesante para crear ambientes y transmitir al lector un poco más de eso que sólo se ve cuando estás en nuestro lado del relato.
    Has acertado de lleno en la elección de los ejemplos, también tengo que decírtelo, Lynch y Del Toro, casi nada, jajaja.
    Un saludo, Víctor.

  2. Hola Jaume. Lo cierto es que me surgió esta idea y me pareció interesante y poco explotada en la literatura. Creo que puede servir para crear sensaciones interesantes. Supongo que, como todo, habrá que usarlo con cuidado y no obsesionarse. Y sí, yo pienso que tanto Del Toro como Lynch son dos maestros en esto del uso del color y podemos aprender bastante de ellos 🙂
    ¡Un saludo y muchas gracias por tu visita!

  3. Qué maravilla de análisis, Victor. Lo gracioso es que en cuanto he visto el enlace he pensado "anda, mira, como Gaiman en aquel párrafo", y me encuentro la referencia de entrada, jaja. Una sorpresa muy agradable. Lo pongo en la cola para ir compartiendo estos días; a todos los que escribimos nos viene fenomenal.

  4. ¡Hola Gabriella! Me alegro de que te haya gustado. Llevaba un tiempo dándole vueltas a la idea de escribir algo sobre esto, y tu blog me animó a ello. Un abrazo y muchas gracias por pasarte por aquí.

  5. Victor, !!que elementos tan importantes has traìdo para enriquecer y esclarecer!!. Muchas veces uno al escribir, intuitivamente utiliza èstos recursos y no se detiene a pensar en su cabal importancia. El hecho literario se nutre de èstos anàlisis, Felicidades, me has dado unas estrategias importantìsimas para poder dar capas y profundidad en situaciones complejas de describir. Un abrazo, exitos

  6. ¡Hola Gabriel! Muchas gracias por tus palabras. Es verdad que a veces hay elementos y técnicas que usamos de forma intuitiva, pero creo que si reflexionamos sobre todo esto podemos añadir capas de profundidad a nuestras historias, y así lograr una experiencia más completa y profunda para el lector. ¡Un abrazo y de nuevo muchas gracias!

  7. Aquí pareces indicar que el autor puede.permitirse ser ambitup cuando busca que el lector tenido su propia idea de lo que está leyendo. Para esto parece necesario que el lector vea las cosas de manera subjetiva, pero ¿Qué pasa cuando el lector se niega a hacerlo? Cuando queremos ser ambiguos con un personaje y estos intentan descubrir quien es. Es que eso me pasó al leerle la descripción de un personaje a algunas personas para ver como reaccionaban. La idea de esta descripción es que estes consciente de la inocencia y pureza del personaje sin llegar a describir nada físico más allá de que es hombre y tiene unos veinte años. Cuando les leí esta descripción a las ya mencionadas personas les pedí específicamente que se concentracen en la percepción subjetiva de la descripción. Pero no, ellos insistieron creyendo que el personaje era una representación de alguien que ellos conocían. Tuve que dejarles claro que no hay forma de que conocieran al personaje y solo ahí me dijeron que les recordaba a mi. La idea era asociar un personaje a una emoción ¿Qué pasa cuando el lector se niega a someterse a descripciones ambiguas?

    1. Bueno, yo no hablaría de “someter al lector”, me parece un poco excesivo :-). Mi opinión al respecto es que el escritor debe tener meridianamente claro qué aspectos quiere resaltar de un personaje, y cuáles deja a la imaginación del lector. En este sentido, las descripciones siempre se entienden en términos relativos, nunca absolutos. “Tom era alto” ¿Cómo de alto? ¿Uno noventa, dos metros?
      La ambigüedad es inherente a la escritura y se extiende a los personajes. El color es solo un código que funciona (¡si es que funciona!) a nivel inconsciente. Un ejemplo: el ser humano asocia el azul con la tranquilidad. Si creas un personaje y le das una personalidad reposada, puedes enfatizar ese rasgo haciéndole vestir una prenda azul, o tener los ojos azules, o… bueno, aquí ya entra la imaginación de cada cual. Y en una escena en la que el personaje estalla de rabia, puedes cambiar la prenda por una roja, por ejemplo.
      ¿Será el lector capaz de interpretar estos códigos, siquiera a un nivel subconsciente? Quién sabe. Algunos tal vez sí, y otros muchos no. El escritor hace lo que puede, y el lector se encarga del resto. Por eso los actores de las películas basadas en libros casi nunca se parecen a los personajes que nos habíamos imaginado.
      Sobre este tema, escribí un artículo hace tiempo que igual te interesa. Te dejo el link: http://victorselles.com/la-inseguridad-del-escritor-novato-aprender-a-eliminar-el-ruido/
      Muchas gracias por pasarte por aquí y comentar. ¡Feliz escritura!

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