Escribir es reescribir (o no)

La mayoría de consejos literarios se repiten una y otra vez. No abuses de los adverbios, no utilices gerundios, «muestra, no cuentes», engancha al lector en las primeras líneas o en las primeras páginas, lo importante no es lo que se dice, sino lo que no se dice.

Y también: escribir es reescribir.

Nada de todo esto es verdad o mentira de por sí, pero deberíamos ser críticos con la información que recibimos a través de las redes. Ya sea un consejo que nos transmita una vaca sagrada o un decálogo en un blog literario de tres al cuarto (como este).

Un consejo no es lo mismo que una regla. Si has vivido lo suficiente, te habrás dado cuenta de que todo el mundo está dispuesto a darte consejos, los hayas pedido o no. Qué carrera deberías estudiar, a qué zona deberías mudarte, cuál es la mejor distribución de muebles de tu dormitorio, qué peinado te queda mejor. La mayoría de ellos pueden ser bienintencionados, pero en el mejor de los casos solo ayudan un poco.

La decisión final es tuya.

Uno de los consejos que pasan todos los filtros y se acomodan en nuestro subconsciente es ese que dice que las novelas se reescriben mucho más de lo que se escriben. Hay muchas formas de expresar este mismo pensamiento: que los primeros borradores son siempre una mierda, que durante la primera versión hay que apagar a nuestro «yo» editor, que durante el primer borrador nos estamos contando la historia a nosotros mismos (este último en particular me encanta)… Todo para decir que no importa lo malo que sea lo que estemos haciendo, ya tendremos tiempo para cambiarlo más adelante.

Recientemente, sin embargo, he conocido a Dean Wesley Smith a través del blog de Miguel Ángel Alonso Pulido. Lo primero que leí de él fue una entrada sobre un seminario que iba a impartir en el que defendía exactamente lo contrario. Reescribir no tiene por qué ser necesario.

Esto puede ser verdad o puede ser mentira al mismo tiempo. Para él es verdad. Para mí es mentira.

Pero los dos tenemos razón.

Lo que quiero decir es que no he leído nada de este escritor. No me atrevería a juzgar si su trabajo es bueno o no y ni siquiera sé si lo que produce es lo que a mí me gustaría producir. Probablemente no, pero eso da igual. Dean Wesley Smith produce exactamente lo que quiere, consigue venderlo y está satisfecho con sus resultados. Ha encontrado un método que le ha permitido escribir tres novelas en un mes y publicarlas sin apenas efectuar revisiones. En el otro extremo de la cadena, hay una serie de lectores que las compran y disfrutan con ellas. Mientras tenga respeto por el oficio, mientras no intente engañar a nadie, por mi parte no hay ningún problema.

Sin embargo, sería absurdo que yo intentara seguir cualesquiera que sean los métodos de Dean Wesley Smith para producir tres novelas al mes, por muy sugerente que me resulte la idea. No puedo hacer eso. Una vez intenté hacer un maratón de escritura y abandoné tras una hora de trabajo, porque lo que estaba haciendo no tenía nada que ver conmigo ni con lo que yo esperaba de la literatura ni con lo que aspiraba a hacer. En otra ocasión escribí un artículo sobre Rachel Aron y sus diez mil palabras al día y llegué a la misma conclusión.

Simplemente, no es para mí.

Prefiero escribir quinientas palabras buenas al día. Para mí, quinientas palabras buenas en un día malo son más que suficientes dadas mis circunstancias actuales.

 Cada escritor debe encontrar su método. A veces lleva años conseguir una dinámica y una rutina que funcione. Yo todavía estoy trabajando en la mía. He escrito novelas sin planificar nada, partiendo de una idea como germen y dejándome llevar, y he escrito novelas que estaban estructuradas hasta el punto de que sabía con exactitud lo que iba a pasar en cada uno de los capítulos. También he probado con todos los estados intermedios entre jardinería y arquitectura, entre brújulas y mapas.

Odio reescribir a nivel de trama. Lo odio tanto, que mis primeros borradores se suelen pasar un año olvidados hasta que saco la fuerza de voluntad suficiente para retomarlos y rehacerlos por completo. Cuando reescribo es cuando más veces me planteo qué mierdas estoy haciendo con mi vida y cuando me siento más miserable y más vulnerable. Por eso mi objetivo es intentar clavar la historia a la primera y que la segunda versión no implique eliminar un 60% del texto y añadir veinte capítulos nuevos. Sé que es posible ser más eficiente y quiero mejorar en eso, porque el tiempo es un recurso limitado y no quiero perderlo si se puede evitar.

Mi experiencia es que cuanto más tiempo dedicas a la planificación, menos borradores necesitas para llegar hasta ese punto en el que te encuentras razonablemente satisfecho con el resultado. Me parece una conclusión bastante intuitiva: hay un trabajo de planificación enorme detrás de una novela y podemos hacerlo antes o después. Si lo hacemos antes, corremos el riesgo de no poder cambiar los planos a mitad de la obra y quedarnos con un libro que no alcanza todo el potencial que podría tener. Si lo hacemos después, destruimos mucho trabajo de ladrillo y mortero, derribamos pilares para construirlos de nuevo y perdemos un montón de tiempo que estaría mejor empleado en la creación de historias nuevas. Tiene que ver un poco con lo que comentaba una vez sobre el peligro de obsesionarse con el conteo de palabras como medida de productividad. No es lo mismo escribir que reescribir. No se tarda el mismo tiempo en arreglar un primer borrador desastroso que en afinar un primer borrador bueno.

Sin embargo, la realidad es que, aun cuando lo planifico todo hasta el más mínimo nivel de detalle, también acabo reescribiendo un montón durante los siguientes borradores. Descubro cosas que no sabía que estaban allí, me aparto del camino para añadir una escena que me parece simbólica o poderosa en algún sentido y a causa de ello incurro en inconsistencias que luego me lleva meses solucionar.

Pero es mi experiencia, y la tuya será diferente. Seguro que no escribimos el mismo tipo de historias, ni nos gustan exactamente los mismos autores, ni tenemos la misma cantidad de tiempo disponible ni nos motivan las mismas cosas.

Cada escritor es diferente. No puedes meter la pieza cilíndrica del puzle dentro del orificio cuadrado. Lo único que puedes hacer es seguir tu camino y tratar de encontrar el método de trabajo que a ti te funcione. Y para descubrir cuál es no existen atajos; tan solo ensayo y error.

Por tanto, creo que tampoco hay que caer en la crítica fácil. Es posible que exista un método que te permita escribir tres novelas al mes. Es posible que a alguien le funcione, que no sea puro humo y espejos ni un cuento de charlatanes.

Desde luego, no es mi método, pero supongo que corresponde a cada cual decidir si es el suyo.

11 comentarios

  1. Buenas tardes;
    Lo primero, darte mi más sincera enhorabuena por el blog. No lo conocía y me ha sorprendido. Puede resultar útil para todos/as los que nos dedicamos, honestamente, al trabajo de la palabra.
    Yo, como poeta, comparto algunas tesis del artículo aunque, en otras, como afirmaba Juan Ramón Jiménez, sigo pensando que corregir y reescribir es algo fundamental en la obra del escritor o del poeta.
    Un cordial saludo,
    Daniel Zazo.

    1. Gracias, Daniel. Yo también estoy de acuerdo contigo, para mí la reescritura es una parte fundamental del proceso. ¡Un saludo!

  2. Hola Víctor, suscribo prácticamente todo lo que dices. A ese tipo de certeras conclusiones se llegan después de haber currado mucho. Yo también estoy obsesionado con la sensación de que tardo demasiado en corregir, pero como tu dices, es parte del proceso para llegar a algo. Como tú, ya dudo de todo, me fío a medias de todo, incluso empiezo a creer que esa variable que consideramos sagrada y que tanto nos obsesiona, sí me refiero al tiempo, también tiene truco. Resulta que “perder el tiempo” y “dejarse llevar” es mucho más productivo a veces que el orden y la regularidad. ¿Quién está detrás de todo esto? 🙂 Te seguiré leyendo, saludos!

    1. ¡Gracias, Carlos! Es que yo creo que hay formas y formas de perder el tiempo. Sobre eso también tengo un artículo por el blog que se llama “la tiranía del conteo de palabras” y que igual te resulta de utilidad. La cosa es que al final parece que si no has producido X palabras a lo largo del día, no has hecho lo que tenías que hacer. A veces se deja de lado que escribir es mucho más que el acto de poner letras sobre una página, que hay que planificar, estructurar, revisar, promocionar y enviar manuscritos, y que todo eso es trabajo necesario y también cuenta.

  3. Últimamente he estado pensando mucho sobre lo que has escrito hoy en el blog. De hecho tenía en mente escribir un artículo en el blog sobre ello.
    Tengo tanta información dentro de mi cabeza que siento que me entierra. Voy a bandazos agarrándome a un método u otro. Lo único que consigo es agobiarme y no escribir.
    Al ser Ingeniera, y mi mente bastante extraña en cuanto a la organización, necesito tener todo controlado y estructurado. Como no tengo la suficiente experiencia me pregunto constantemente si se hará así o asa.
    A la conclusión que he llegado, después de hablar con gente que controla y leer post como el tuyo, es que nadie posee la verdad universal y que el método valido para mí es el que me funcione. El problema es que llegar hasta ese método es un camino largo… y, en mi caso, doloroso.
    Gracias por tu artículo.

    1. Hola, MJ. Cualquier «consejo», cualquier cosa que encuentres por Internet, ya sea de un escritor consagrado o de un novel, o de un profesor de literatura de Harvard, solo tiene valor en la medida en la que encaje con tu forma de afrontar los retos, con tu método de trabajo y con tus expectativas de futuro. A mí se me ocurre (ya que eres ingeniera y que te gusta tenerlo todo bien organizado) que apliques la metodología de gestión de proyectos a tu faceta de escritora. Mis conocimientos de gestión de desarrollos de informática me han ayudado en ocasiones a organizar mis tiempos y a establecer métodos de trabajo (desarrollo por iteraciones sucesivas, aproximación top-down y bottom-up, etc.).
      Ya… ya sé que es otro consejo, así que igual no ayuda mucho, XD.
      En fin muchas gracias por tu comentario y mucho ánimo. En esto hay que ir poco a poco y sin desesperarse. Un abrazo.

  4. Tienes mucha razón.
    A mi me pasa (ahora) que ando reescribiendo el primer borrador. Me paso parte del día borrando frases y escribiendo nuevos capitulos.
    Craso error ese de no planificar la novela.
    Planificar no es sinónimo de escribir ajado o sin dejarse llevar. Por eso quise escribir el borrador sin pensar en un plan y ahora me siento mal, creo que lo escrito es horrible y un largo etcétera que ya conoceis màs que de sobra.
    En fin. Nunca más.
    Planificar es fundamental.

    1. Sí, aunque cada uno lo puede ver de una manera distinta, yo coincido contigo: a pesar de haber decidido los puntos generales de la historia antes de empezar a trabajar, mientras escrito todavía hay miles de decisiones y de opciones que puedo tomar. En fin, que no me aburro y que también me dejo llevar mientras trabajo.

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