El 23 de abril es una fecha señalada en el calendario de todos aquellos interesados en el panorama literario. Los escritores, porque sus editores organizan sesiones de firmas. Los editores y los libreros, porque curiosamente hacen «su agosto» en abril. Y los lectores, que son los más importantes de todos, porque salen a la calle y compran libros para disfrutarlos y para regalarlos.
No puedes imaginarte lo importante que es esta fecha. Tanto, tanto, que junto con las navidades, el Día del Libro es probablemente lo único que salva la industria editorial del desastre más absoluto.
¿Crees que exagero? El Día del Libro del año pasado las librerías facturaron el 10% de sus ventas anuales. Una décima parte del total en un solo día. Así de importante es.
El problema es que después del día 23 llega hoy (el día 24), que ya no es el Día del Libro, sino el día Internacional de la Concienciación Respecto al Ruido (lo cual es sorprendentemente apropiado, no me digas que no). Las ventas vuelven a bajar y la industria editorial sigue en crisis.
Así que, en fin, este texto es solo un recordatorio de que hoy también las librerías siguen abiertas, así como las editoriales y las bibliotecas. Que el Día del Libro es maravilloso, una gran fiesta, pero que no significa nada si los libros que se regalan nunca se abren ni se leen, si el resto del año despreciamos nuestro patrimonio cultural, si no apostamos por las voces nuevas o por las voces viejas que nunca llegaron a consagrarse del todo, si no aumentamos los índices de lectura, si no luchamos por mantener abiertas nuestras bibliotecas, si no compramos en nuestras librerías del barrio, si no premiamos a los autores que nos gustan pagando por sus libros.
Porque al final, es todo tan simple como eso: la única forma de salvar los libros es comprándolos y leyéndolos dentro de nuestras posibilidades.
Lo del Día del Libro está muy bien, como digo, pero hay que intentar que los libros sigan vivos cuando las rosas se marchiten.
Escritor de ficción especulativa, slipstream y novela negra. Bloguero inquieto (e inquietante) también se dedica a la traducción y realiza informes editoriales. Le gusta desmontar historias para ver cómo funcionan por dentro, aunque luego no sepa armarlas de nuevo. Autor de Lengua de pájaros, Duramadre y Fantasmas de verde jade (todas con Obscura Editorial).
Una reflexión acertadísima, Víctor, a la cual le damos difusión en nuestro perfil de Twitter. Precisamente porque nos parece supernecesario apoyar a los autores que más difícil lo tienen (no un día ni una semana en concreto, sino siempre) hemos lanzado hace un par de días una campaña de apoyo a los escritores independientes. Te dejamos a continuación la información por si te interesara conocerla:
http://buff.ly/2oZjaZ5. Un saludo y gracias por ayudarnos a reflexionar. 😉
Muy buena campaña, mundopalabras. ¡Tomo nota para difundirla!
Gracias por tus palabras, Víctor, y por el apoyo. 😉