Suelo escribir unas dos mil palabras al día. A partir de ese momento las frases comienzan a parecer “cansadas” y es mejor dejarlo. La cosa mejora un poco si cambio de idioma: escribiendo en inglés quizá puedo escribir mil palabras más, con suerte. Después mando a la musa a dar un paseo.
Quizá soy un escritor lento, porque si he hecho todo esto significa probablemente que:
- Es Domingo.
- Son las cinco de la tarde.
- Necesito urgentemente interacción social, cariño y/o cerveza.
Dos mil palabras son suficientes para mí. De hecho me suelo conformar con mil. Edito la mayor parte de lo que escribo sobre la marcha, así que mis primeros borradores suelen ser bastante decentes. Mil palabras es lo que escribe Stephen King al día y saca dos novelas por año.
Aún con todo me encantaría ser uno de esos tipos que pueden escribir diez mil palabras al día. Uno de esos autores autoeditados que escriben el primer borrador de un libro en dos semanas y que, por tanto, se pueden permitir sacar diez novelas al año y quizá vivir de lo que escriben. Una vez intenté hacer un maratón de escritura, en el que me propuse el hito de treinta mil palabras en cuarenta y ocho horas. Y no pude, claro.
No creo en remedios milagrosos, pero buscando en Internet encontré este post de Rachel Aaron en el que nos explica cómo consiguió pasar de dos mil palabras al día a escribir alrededor de diez mil. Dudo que a mí me sirva de algo –sólo empiezo con una pequeña idea, soy un escritor de brújula más que de mapa- pero os lo voy a resumir aquí por si a alguno le resulta útil y quiere hacer la prueba.
Lo primero es la métrica que resume todo el asunto, un triángulo que me he tomado la molestia de dibujar de nuevo y de traducir y que podéis ver aquí abajo:
Y ahora analicemos cada uno de los lados.
Lado 1. Conocimiento.
Rachel es una escritora de mapa, pero la planificación de sus escenas era muy básica. Cosas como “Miranda y Banage discuten” o bien “Eli roba al rey”. A Rachel, como a mí, le gustaba que fueran los personajes los que dirigiesen la escena. Sin embargo, se dio cuenta de que se pierde demasiado tiempo trabajando de esta forma:
“Aquí estaba yo, agobiada por los plazos, empantanada en mitad de una escena, y de pronto me doy cuenta de que estaba llevando a cabo la parte más difícil del proceso de escritura (intentando descubrir qué tiene que pasar exactamente para hacer progresar la historia del modo más dramático y excitante posible), de la forma que más tiempo consume (durante el proceso de escritura en sí).”
Así que el consejo de Rachel es saber exactamente lo que vas a escribir antes de escribirlo. Algunos ejemplos:
– Argumentos a favor y en contra en una discusión entre ambos personajes.
– Detalles de lo que ocurre durante una escena de acción.
– Descripciones rápidas del entorno.
¿La conclusión? Dedicarle al menos cinco minutos a escribir sobre lo que vas a escribir. A veces es suficiente con un párrafo, a veces basta una simple lista. Sólo con este pequeño cambio, Rachel pasó de escribir dos mil palabras al día a escribir cinco mil.
Lado 2. Tiempo.
Una vez hecho esto, Rachel empezó a buscar patrones en sus sesiones de escritura, manteniendo un registro de cuánto escribía y dónde. Yo también lo he hecho en el pasado, usando una simple hoja de cálculo de Excel y marcándome objetivos diarios, semanales, y por proyecto. Os recomiendo hacer la prueba si queréis saber en qué se os va el tiempo.
Rachel descubrió que era mucho más productiva cuando trabajaba fuera de casa, en un sitio sin Internet (yo ya os hablé de esto en mi post sobre cómo vencer el bloqueo); mejor aún si era por la tarde. También se dio cuenta de que trabajaba más rápido cuantas más horas seguidas podía dedicarle. En otras palabras, a Rachel le llevaba un tiempo calentar motores y ponerse en situación para alcanzar su tope de palabras, y su rendimiento bajaba mucho a partir de la séptima hora de trabajo.
Adaptándose a lo que le revelaron las métricas, Rachel fue capaz de pasar a escribir entre seis mil y siete mil palabras sin tener que aumentar el número de horasdedicadas a la tarea.
Obviamente, esta es una cuestión bastante personal y cada escritor debería buscar sus momentos y costumbres más productivas. Por ejemplo, en mi caso soy consciente de que trabajo mejor si cambio dos o tres veces al día de proyecto. Escribo mil palabras del borrador de una novela, luego quinientas de un relato corto, y a lo mejor quinientas más de un post para el blog, y esto me resulta más fácil que escribir dos mil palabras sobre el mismo tema.
Lado 3. Entusiasmo.
Por último, Rachel se dio cuenta de que aplicando los dos primeros puntos algunos días lograba a escribir entre diez y doce mil palabras, y empezó a preguntarse por qué. Descubrió que se debía a que era mucho más rápida cuando escribía escenas que le entusiasmaban, aquéllas sobre las que las otras escenas se apoyaban para construir la historia. Aparentemente, la solución de Rachel pasó por repensar las escenas para centrarse en los puntos buenos y desarrollarlos por un lado, y por otro descartar aquellas escenas que, después de intentarlo, no fueran lo bastante interesantes. Al fin y al cabo, si no le entusiasmaba escribirlas ¿por qué a los lectores les iba a gustar leerlas?
Y este es básicamente el método. Como ya he dicho, soy bastante escéptico. La autora advierte de que esta cantidad de palabras, obviamente, sólo puede conseguirlas un novelista que se dedique a ello a tiempo completo. En cualquier caso me gusta soñar, y si estos consejos realmente funcionan y las susodichas diez mil palabras no son un montón de basura (y yo creo que aquí podría estar parte del problema de este método) cualquiera podría escribir una novela de una longitud decente en una semana, y un libro con la longitud de un best seller en dos.
Quiero añadir un último consejo por mi parte. Intentar aumentar la productividad de cualquier tarea siempre es bueno, del mismo modo que siempre es bueno analizar nuestro trabajo para ver cómo podemos mejorarlo. Por lo tanto, por muy mundano que pueda parecer, a mí me gusta contar las palabras, me gusta leer técnicas para aumentar el rendimiento y también escuchar los consejos de otros escritores. Yo no creo en la magia. Bueno, sí que creo, pero creo que la magia llega con trabajo duro y sólo si eres un buen mago.
Así que si estáis interesados en aumentar el número de palabras que escribís en una sesión, yo os sugiero que os toméis un tiempo para analizar qué podéis hacer para mejorar (siguiendo las ideas de Rachel Aaron u otras cualesquiera), e intentéis romper vuestro límite poco a poco, unos cientos de palabras cada vez. Sin prisas.
¿Y a vosotros qué os parece? ¿Cuántas palabras soléis escribir al día? ¿Os importa siquiera? Y si la respuesta es afirmativa, ¿os atrevéis con este método?
Escritor de ficción especulativa, slipstream y novela negra. Bloguero inquieto (e inquietante) también se dedica a la traducción y realiza informes editoriales. Le gusta desmontar historias para ver cómo funcionan por dentro, aunque luego no sepa armarlas de nuevo. Autor de Lengua de pájaros, Duramadre y Fantasmas de verde jade (todas con Obscura Editorial).
Yo, como tú, también era una escritora de brújula, pero ahora, con el máster de novela que estoy haciendo, me están enseñando a ser una escritora de mapa. Y tiene sus ventajas. Una en especial: te señala el camino, pero no te dice cada paso que debes dar, es decir, creo que deja abierto el abanico a amplias posibilidades de imaginación y creación. T
También coincidimos en lo de editar cada día lo que se ha escrito. He oído por ahí que hay quien aconseja no hacerlo y, de hecho, en algunos de mis artículos así lo transmito, como transmito lo contrario: pulir el texto cada día hace que al final mis borradores estén bastante limpios y con una primera lectura aceptable.
Con respecto a la autora de la que hablas, tengo su libro, y de hecho lo estoy leyendo, "2k to 10k: Writing faster, better and writing more of what you love". Estoy de acuerdo con lo que dice en algunos aspectos, no tanto en otros. Sin embargo, bien es verdad que estoy tomando notas de algunas de sus sugerencias para probarlas.
Yo utilizo un truquito que hace que entre muy rápidamente en la fase de concentración: siempre dejo preparada, el día anterior, la parte que voy a escribir al día siguiente. Por ejemplo, en el librito sobre personajes que estoy escribiendo, para hoy tengo planeada (y con la información lista) la parte de caracterización; y en el apartado de ficción, la reescritura de la historia 0 de "Carter & West", tengo ya planeado con qué escena toca empezar hoy. De este modo, puedo comenzar a escribir desde el minuto 1 sin necesidad estar dando vueltas hasta que consigo centrarme.
Muy buen artículo. Interesante, como siempre 🙂
Saludos y buen martes.
Me pasa lo mismo, quiero probar la brújula y el mapa, porque cada proyecto es distinto, y algunos requieren más planificación que otros. Por ejemplo para los relatos cortos, casi nunca me pongo a escribir hasta que no tengo el final cerrado por completo. En los primeros borradores de novela intento hacer un pequeño resumen por capítulos, pero no suelo profundizar demasiado.
Lo de editar de inmediato yo creo que puede ser un error, pero es mi forma de trabajar. Si no, no sé cómo escribir. Obviamente luego hago lo que se debe hacer: Dejar reposar el manuscrito, leerlo con otros ojos… Pero en términos generales modifico pocas cosas. Eso sí, a cambio de no sufrir tanto en la edición hay días en los que me paso seis horas mirando los mismos cuatro párrafos.
Yo también hago lo que tú: Tengo una lista de las cosas que hacer al día siguiente para no perder tiempo a primera hora de la mañana. A veces es un capítulo o una escena, a veces un número determinado de palabras, a veces un post en el blog. Me parece algo lógico, eso de abrir una página en blanco y empezar a pensar con qué llenarla no va conmigo.
Me alegro de que te haya gustado. Hacía tiempo que no escribía un post sobre técnicas literarias y ya tenía ganas. Un abrazo.
Yo suelo escribir en 1500 y 2000 palabras al día, es raro el día que logro pasar de ahí. Normalmente lo que sucede es que el resto del tiempo lo dedico a leer o a estudiar las herramientas que cimentan la escritura. Y claro, las obligaciones del día a día tampoco me permiten tener mucho más tiempo. Aún así me ha parecido muy interesante esa lista de puntos. Según con qué proyecto soy de mapa o de brújula, admito que con mapa voy bastante más rápido, pero hay relatos o incluso novelas que en las que el cuerpo me pide la brújula.
En cualquier caso analizaré todas estas propuestas y veré de qué modo puedo aumentar poco a poco mi rendimiento. ¡Un abrazo! 🙂
Si tengo el día libre y lo puedo dedicar a esto, yo saco entre mil y dos mil. Un día entre semana, de quinientas a mil, normalmente antes de ir al trabajo, porque a la vuelta estoy muerto. Pero claro, luego me pasa como a ti: invierto cantidades vergonzantes de tiempo en el blog, las correcciones, la escaleta, la documentación, el estudio…
Durante estos dos últimos años he probado varias cosas, como tratar de hacer un maratón de escritura. Nada me ha funcionado, porque me doy cuenta de que el resultado se resiente, así que me conformo con lo que hay. Ahora lucho por mantener esas quinientas palabras todos los días, y entre mil y dos mil cada fin de semana. ¡Y ya es una guerra bastante dura!
Hola Víctor,
Muy interesante tu artículo.
Lo cierto es que lo he descubierto por casualidad en una de mis investigaciones sobre esto que denominamos “el oficio de la escritura”. Concretamente, estaba investigando sobre cómo conseguir un buen relato en justo 1.000 palabras que es el reto que me propuso una amiga al invitarme escribir uno para su nueva revista de literatura.
Nunca me he visto limitada a exactamente un número concreto de palabras. Mis retos anteriores siempre habían variado entre dos cantidades. ?
Aunque tu post no trata exactamente de lo que yo estaba buscando, el título me llamó la atención (eso quiere decir también que está bien optimizado ?) y no pude resistirme en hacer una pausa en mi búsqueda y leerte.
Lo cierto es que nunca me planteé llegar a las 10.000 palabras al día. Sí que cuento las palabras que escribo. Mentalmente me ayuda a centrarme y saber que estoy sacándole partido al tiempo de escritura, aunque cierto es que muchas veces, mucho tiempo se va en plantear las siguientes escenas o editando lo ya escrito, cosa que no se puede medir en cantidades que no sean de tiempo o páginas editadas en el mejor caso.
Debo decir que un día me empeñé en sacar y exprimir lo máximo de mi. De repente, hablando del entusiasmo, estaba redactando uno de los capítulos intensos de mi novela y estaba totalmente inmersa en la acción y los mundos que estaba creando. Tanto, que hasta yo misma deseaba ser uno de los personajes. Y entonces ocurrió lo impensado. Mi récord total hasta la fecha: poco más de 5.000 palabras. Cuando fui cociente del recuento, no me lo podía creer no yo.
Cierto es que ahora lo recuerdo con cierto recelo, puesto que al no dedicarse a la escritura al 100% (cómo nos pasa a la mayoría de los que no llegan a ser Stephen King, J.K. Rowling, Stephanie Meter, Paulo Coelho etc.), el tiempo no me permite pasar de las 1.000 palabras. Raras veces llego a las 2.000/2.500.
He encontrado bastante revelador (a pesar de no ser nada nuevo) la parte del entusiasmo. Y me ha dado mucho que reflexionar y viene muy bien a cuento esto. Puesto que mientras busco la mejor manera de publicar la primera parte de la saga que estoy escribiendo, estoy también en pleno proceso de planteamiento de la segunda parte (el segundo libro). Y creo que basarme en el entusiasmo que a mi me crea escribir las escenas me hará el proceso de “empezar de nuevo” menos espantoso. Y me ayudará a aprender a centrar mejor mis capítulos y personajes. Reconozco que la primera parte no requería tanta planificación como la segunda. Con una estructura en cartulinas, pequeños esbozos resumiendo los capítulos y anotaciones sobre personajes, mundos, objetos mágicos, ideas dejadas de lado a propósito etc me había sido suficiente.
Sin embargo, ahora veo la necesidad de centrarme en los hilos argumentales para no perder de vista el desarrollo de los personajes y no quitarles independencia a la hora de actuar (cosa que supuestamente J.K. Rowling empezó a hacer desde el libro IV en adelante. Por si aún no lo sabes, hay una hoja circulando por la web en la que se puede ver la estructura que usó para plantear ciertos capítulos de “La Orden del Fénix”. Bastante interesante a observar y adaptar a los gustos de cada uno).
Un placer haber descubierto tu blog. Reconozco que no tengo la costumbre de dejar mis opiniones tras leer artículos de interés. Sin embargo, hoy decidí hacerlo. Supongo que es buena señal.
Volveré más a menudo por aquí. Si tienes algún consejo sobre escribir relatos de 1.000 palabras y que estén bien concentrados…. Soy todo ojos. ?
Un abrazo y escritura productiva!
Oana
Buenas, Oana. Para mí alcanzar las 10.000 palabras al día (y las 5.000 también) es pura fantasía. Ni puedo, ni creo que deba. La mayor parte de los escritores que citas no alcanzan jamás estas cifras, pero es que tampoco hace falta. Con un ritmo normal, humano, el primer borrador de una novela se puede escribir en unos tres meses. Estos ritmos son más bien propios del pulp, y estoy seguro de que habrá gente a la que le funcionen, pero no es lo normal. No hay que obsesionarse.
Muchas gracias por pasarte y comentar. Echaré un ojo a los esquemas de Rowling que mencionas. ¡Un saludo!
Yo escribo unas 1000 al día. No me da el cerebro para más…
Suelo escribirlo todo, de seguido, y corrijo hacia el final de la semana.
No me creo a S.King: mil palabras al día, con esos tochos como “la cúpula” no se lo cree ni él. Mucho ? writer tiene, me da a mi…