En los últimos tiempos estoy viendo en el mercado –de género y underground sobre todo- una proliferación de obras que podrían llamarse novellas. Esta proliferación, tal vez esté indicando una tendencia. Y si es así, me gusta. Implica innovación, regeneración y quizá una búsqueda de estilo.
La palabra novella no existe en el diccionario de la RAE. Se usa, en cambio, el de “novela corta”. Yo voy a usar el término novella, por economía, y porque en realidad lleva bastante tiempo usándose informalmente en español. La palabra tiene un origen italiano y, atendiendo a la definición de la Wikipedia, sería “una narración de menor extensión que una novela y menos desarrollo de la trama y personajes, aunque sin la economía de recursos narrativos propia del cuento.”[1]Una novella tendría entre 30.000 y 50.000 palabras. La mayor parte de las novelas suelen tener como mínimo 60.000, y por lo general unas cuantas más.
Ejemplos de novellas famosas hay muchos. Por ejemplo, “La metamorfosis” de Kafka, “el Fantasma de Canterville” de Oscar Wilde, “La naranja mecánica” de Anthony Burgess, “Desayuno con diamantes” de Truman Capote, “El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde” de R. L. Stevenson, “La máquina del tiempo” de H. G. Wells, “Rebelión en la granja” de George Orwell. En fin, muchísimas.
Clive Barker, escritor de terror. Fuente.
Dentro de una literatura reciente y de género, cabe destacar otras novellas que, por sus méritos, ocupan ya un lugar destacado. Por ejemplo, la obra de Clive Barker que dio lugar a la saga de Hellraiser o “Soy Leyenda” de Richard Matheson. Pero es verdad que hasta hace bien poco la novella era un género despreciado por las editoriales y difícil de vender. Como el relato corto, aunque con la salvedad de que para éste existen numerosos concursos literarios. Los relatos cortos están muy bien para aprender el oficio, parecen decirnos todos, pero los escritores de verdad escriben novelas.
Las cosas están cambiando en los últimos tiempos. No entre los bestsellers, claro. Ahí se sigue todavía la norma de los tochos de mil páginas. En este artículo intentan buscar una explicación para un fenómeno que me resulta contra-intuitivo; si la gente que suele leer bestsellers es precisamente la gente que menos lee y que menos tiempo tiene para leer, ¿Cómo es posible que prefiera un tocho de doscientas mil palabras antes que una novela corta que puedan terminar en la playa en un par de semanas? La respuesta, a lo mejor, es que a más páginas, más fácil resulta justificar el alto precio del libro.
La novella ha vuelto -y parece que con fuerza- dentro de la literatura de género, probablemente arropada por las ediciones digitales. La editorial Fata Libelli centra su actividad en la publicación de recopilaciones de relatos y novellas. Incluso obras de género que se venden como novelas al uso podrían estar en realidad más cerca de las novellas que de otra cosa. “Cenital”, de Emilio Bueso, ganadora del premio Celsius 2013, tiene 55.000 palabras. “Lantana”, de Darío Vilas, tiene 54.000.
A mí todo esto me parece un proceso más bien lógico. Al igual que hablé de lo adecuado que resultaba el formato de la poesía para su propagación en Internet, ahora insisto en que el relato corto, y sobre todo la novella, van a repuntar aún más en un futuro no muy lejano. La capacidad de atención de los lectores se va reduciendo, y cada vez resulta más difícil encontrar gente interesada en invertir cantidades considerables de tiempo en la lectura de una de esas novelas largas, independientemente de su calidad. Además hay mucha oferta, muchas cosas que leer. Lo de decantarnos por textos más breves no es ni bueno ni malo, es una consecuencia normal de los tiempos en los que vivimos.
La novella -como el relato corto- no es un género menor, por mucho que sea difícil de comercializar. Las historias duran lo que duran, y se les hace un flaco favor si se intentan alargar para amoldarse al mercado. El escritor de novellas no vale menos que el otro, de hecho cultiva un género complejo en el que muchas veces debe respetar las reglas tanto de las novelas como de los cuentos, y desenvolverse con maestría es muy difícil.
¿Y vosotros cómo lo veis? ¿Os resulta más fácil escribir textos cortos o largos? ¿Leéis novellas habitualmente? ¿Creéis que este tipo de obras tienen futuro en el panorama literario actual?
[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Novela_corta
Escritor de ficción especulativa, slipstream y novela negra. Bloguero inquieto (e inquietante) también se dedica a la traducción y realiza informes editoriales. Le gusta desmontar historias para ver cómo funcionan por dentro, aunque luego no sepa armarlas de nuevo. Autor de Lengua de pájaros, Duramadre y Fantasmas de verde jade (todas con Obscura Editorial).
No sabría decirte sobre el futuro. Yo leo de todo y en cuanto a escribir, de momento lo más largo que he escrito ha sido una novelita de 60.000 palabras.
Sin embargo creo que las novelas muy, muy largas no tienen demasiado futuro. Es una opinión sin base cientídica 😉 Sólo creo que el lector de hoy en día es (en general) un lector impaciente.
Muchas gracias Ana por tu comentario.
Creo que has dado en el clavo con lo del "lector impaciente". Quizá más que por extensión, lo que me parece que prima ahora son los desarrollos rápidos. Si comparas una novela de estos últimos años con las de antes, ves la diferencia de ritmo. Y la tendencia cada vez va a más.
En cuanto a escribir, yo por ejemplo soy muy sintético. Lo bueno es que no tengo que editar tanto como otros escritores. Lo malo es eso, que aunque las novellas parecen estar resurgiendo, aún les queda tiempo, y la mayor parte de las editoriales no trabajan con este tipo de formato porque es más difícil de vender.