Ni colorín, ni colorado, de Rafael González

Ni colorín ni colorado_

Construir una antología de relatos con la solidez y la calidad suficiente para no aburrir al lector no es tarea fácil. Hace un par de semanas, el escritor Pedro L. López comentaba algunas de las claves que tuvo en cuenta para la elaboración de Pandemónium, y hoy tenemos el placer de recibir en Post Scríptum a Rafael González, que ofrece un punto de vista complementario al de Pedro con su antología Ni colorín, ni colorado, la cual podéis adquirir aquí.

Desde el principio, Rafael optó por vertebrar su obra en torno a un tema común: los cuentos tradicionales (y también algunas obras más modernas, como El libro de la selva, o Peter Pan).

En este artículo, y a partir de esta idea inicial, Rafael aborda el proceso de creación y recopilación de cada una de sus historias.

Rafael_Gonzalez

Rafael González (Alemania, 1973) es un fan de los comic-books y las novelas de aventuras (Salgari, Verne, Asimov…) que pensaba que tenía más talento para dibujar que para escribir, hasta que publicó su primera novela en 2009, “El secreto de los dioses olvidados”. Desde entonces ha participado en antologías como “Libro de los monstruos”, “Cuentos de Ciudad Esmeralda”, “Ácronos” (volúmenes 1, 2 y 3), “Alambre de letras”, “Supermalia” o “The best of spanish steampunk”. Su última obra es “Ni colorín, ni colorado”, una colección de cuentos que revisita los clásicos infantiles. Tarea que combina con mantener su blog “Parrafos Perturbados“.

 

En ocasiones, un autor encuentra un motivo interesante sobre el que escribir y busca la forma de desarrollarlo. Pero otras veces el instinto narrador anda menos avispado, y ha de pasar un tiempo antes de que comprenda el tesoro que ha dejado pasar. Algo así fue lo que me ocurrió con Ni colorín, ni colorado.

Todo comenzó al escribir El niño perdido. Eran principios de 2011 y, mientras veía Hook, se me planteó una duda: ¿qué ocurriría en un universo como el País de Nuncajamás, si faltase uno de los personajes que le daba sentido? Y como estaba convencido de la victoria final de Peter Pan, empecé a pensar en cuál sería el devenir de un héroe que se quedase sin villano al que combatir.

Cuando mis amistades leyeron el relato, sus opiniones me dejaron claro que había dado con un “leitmotiv” interesante; pero la idea de desarrollar ese planteamiento aún tardó en llegarme. No sería hasta escribir Valor Forzoso, más de un año después. Al imaginar un nuevo “epílogo” empieza a rondarme la cabeza cómo aprovechar esos dos cuentos, y es entonces cuando se me ocurre la posibilidad de crear una recopilación en torno a ese concepto. Pero ¿podría desarrollar el mismo proceso con otros cuentos clásicos? En principio no parece que sea un tema muy de mi estilo, más dado a la épica y la ciencia ficción, y de hecho mi único interés por ellos se había reducido a disfrutar con el trabajo de actualización/revisión que habían estado llevando a cabo en series como Once Upon a Time o en los cómics de Fábulas. Incluso ahora, si me preguntasen, ignoro hasta qué punto pudieron influenciarme para que los viejos cuentos infantiles empezaran a pulular por mi cabeza. Así que repasé las versiones clásicas, empapándome de ese toque brutal que siempre las ha impregnado. De hecho, me pongo como fin ceñirme todo lo posible a esa crueldad con un propósito: el de sorprender a aquellos que sólo conocen la versión dulcificada del siglo XX, confiando en que el contraste les resulte aún mayor.

Sin embargo, aún no es más que un proyecto con posibilidades.

Sólo que, esta vez, no dejé que la idea se quedase dormida. No mucho. Sigo desarrollando proyectos que tengo a medias, y de vez en cuando le dedico unas horas a meditar cómo darle la vuelta a esos finales felices. A medida que repasaba los relatos clásicos y anotaba las ideas que se me ocurrían, fui comprobando que tenía tres motivos principales en torno a los que articular mis epílogos. El primero de los cuales era cómo podría afectarles lo que les había ocurrido en el cuento. Qué clase de trastorno psicológico les habría provocado. (con el epílogo de Hansel y Gretel como mayor exponente). Porque, teniendo en cuenta la crueldad de la que son objeto muchos de estos pre-adolescentes, ¿quién se atrevería a decir que no les marcaría en su madurez? Así que, al atacar la escritura, siempre empezaba por pensar ¿cómo evolucionaría la mente de alguien que ha pasado por semejante experiencia traumática?

Ni colorín ni coloradoEn segundo lugar, tenía el lado contrario de la historia: las repercusiones a largo plazo de lo que habían hecho los héroes. Porque, al igual que los villanos, los protagonistas de ciertos cuentos tampoco estaban libres de culpa (ya que ese rasgo de picardía con el que se les solía dotar termina, las más de las veces, culminando en actos reprobables). En esta categoría destacaría el epílogo de El Sastrecillo Valiente, y Jack el de las habichuelas mágicas. Cada uno por razones totalmente contrapuestas a las del otro, se han enfrentar a un futuro muy pesimista, del que sólo ellos son culpables.

Por último, me encontré con relatos en los que no tenía graves daños psicológicos con los que imaginar a un futuro héroe perturbado; ni acciones que reprochar a sus protagonistas. En esos casos, lo que hice fue elucubrar sobre el destino que podrían correr a partir de entonces. Aunque, claro está, me dejaba llevar por las previsiones más pesimistas que pudieron ocurrírseme. Así es como elaboré el epílogo a Aladino, o el de Pinocho. Y, en cierto modo, la base para la historia de la Bella Durmiente.

 Este proceso creativo se dispara camino del otoño de 2012, cuando se suman El lobo bueno y La sentencia de la selva. Escritos en días consecutivos, hacen que me vuelque sobre las notas que había acumulado; apuntes de sinopsis que están aguardando a que las convierta en narraciones concretas. Y, a medida que añado relatos al proyecto, nuevas ideas surgen. Un par de cuentos se convierten en una docena.

Además, con El lobo bueno surgió también el formato para la segunda parte de la colección: esos relatos secuestrados de su mundo de fantasía infantil y reinterpretados en universos diferentes. Todos ellos concebidos mediante la siguiente premisa. ¿con qué género literario, o autor, podría emparentarse la trama del cuento clásico? Eso me llevó a elegir en algunos casos a escritores que me influenciaron en el pasado (Bradbury, Lovecraft…), o analizar la historia hasta considerar qué elementos tenía en común con algún género concreto (novela de espías, thriller, cyberpunk…). Por ejemplo, El soldadito de plomo y Mowgli se colaron dentro de sendos relatos previos que nunca había conseguido rematar; consiguiendo dotar de vida a una historia de detectives hard-boiled y a un relato de horror sobrenatural que, hasta entonces, no eran más que buenos ejercicios de estilo y de pronto ganaron en fuerza e intensidad. Desarrollando así historias de tintes más adultos, aunque procurando siempre ceñirme a la versión clásica de los relatos. Un juego con el que he disfrutado al intentar mimetizar mi estilo con el de esos autores a los que admiro, o aplicando los tópicos de tal o cual género.

En un alarde de arrogancia, me atreveré incluso a decir que me siento especialmente orgulloso de esa sección por lo que aporta de originalidad. Supongo que después de publicar este artículo aparecerá alguien para desmentirme y hacer referencia a tal o cual obra que se me adelantó en el tiempo, pero ahora mismo no conozco ningún ejemplo de juego literario como el que he hecho. Al menos, no en libros. Aunque en los últimos años se han hecho populares las versiones “actualizadas” de cuentos clásicos, adaptándolos al mundo contemporáneo o reinterpretando sus elementos, creo que esta es la primera vez que alguien “trasplanta” las tramas a géneros literarios adultos. De hecho, los únicos casos que alcanzo a recordar están basados en novelas y consistieron en adaptaciones para el público infantil dentro de una ambientación futurista: El planeta del tesoro, Sherlock Holmes en el siglo XXII, y Ulysses 31 (una de las series que marcó mi niñez).

El resultado de esos meses de escritura incesante son los dieciséis relatos que ahora aparecen reunidos en Ni colorín, ni colorado. Peter Pan, la Cenicienta, Pinocho, Mowgli… vuelven ahora, para revelar qué les deparó el destino después del “fueron felices” en el que los dejamos cuando éramos niños. Aunque, en muchos casos, el reencuentro puede que traiga sorpresas inesperadas.

2 comentarios

  1. ¡Buenazo el punto de partida de Rafael! Es verdad que se han hecho adaptaciones para la pantalla a partir de lo que no se ve en los cuentos clásicos. Incluso han surgido películas para adultos (aunque sería otro asunto, hahaha.) En este sentido desconozco si en realidad es el primer libro que explora este universo. Pero en caso de no ser así no le veo inconveniente alguno. Creo que pueden publicarse cien libros bajo este enfoque y cada uno de ellos ofrecería un mundo completamente diferente.

    Después de leer este artículo recordé que hace unos meses se publicó un libro que relata la vida del hermano de aquel árabe que asesino Mersault, en El Extranjero de Albert Camus. No es el mismo caso, pero creo que la fórmula aplica y me parece por demás interesante.

    Interesante artículo y gracias por compartir. ¡Saludos!

    1. Buenas, Jesús. Estoy de acuerdo contigo. Por otra parte, lo he buscado: el libro se llama “Meursault, contre-enquête”, y está escrito por un tal Kamel Daoud. Lo dejo por aquí por si a alguien más le interesa (lo ha editado Almuzara). A mí me encanta “El extranjero”, así que intentaré hacerme con él.
      Muchas gracias por pasarte y dejar tu comentario.

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