Leyendo “Writing Tools” de Roy Peter Clark, me acabo de encontrar con uno de los mejores consejos sobre escrituraque he visto en mucho tiempo. Como suele ser habitual en una buena idea, es a la vez sencilla y elegante, y puede resumirse así:
“Un escritor debe ir siempre a lo específico”
Pero ¿qué quiere decir esto? Clark nos cuenta que en la redacción del St. Petersbourg Times se insta a los redactores y a los periodistas a “averiguar el nombre del perro” en cada noticia que estén investigando. La idea es recabar la mayor cantidad de información posible, y luego utilizarla de la forma más adecuada para contar la historia.
Un escritor no debe apabullar a los lectores con datos irrelevantes (y supongo que un periodista tampoco). Por eso “lo específico”, al contener más información que lo general, es tan importante. Hay que eliminar el discurso vacío. Clark utiliza un ejemplo muy sencillo:
“Los escritores inexpertos suelen elegir el detalle obvio, el hombre fumando un cigarrillo, la mujer joven mordiéndose las uñas. Estos detalles no nos dicen nada, a menos que el hombre se esté muriendo de cáncer de pulmón o que la mujer sea anoréxica”.
Siempre he pensado que los personajes de una obra literaria son precisamente eso; personajes, no personas. Las personas son extremadamente complejas, y los personajes deben ser simples. Por eso un personaje debe estar definiéndose con cada una de sus acciones y debe revelar algo sobre sí mismo en cada línea de diálogo. La gente hace todo tipo de cosas absurdas e irrelevantes, pero los personajes no deberían.
Si te paras a pensarlo, las imágenes más potentes siempre hacen referencia a hechos concretos o a objetos específicos. Son este tipo de detalles con los que se construyen las mejores historias. Pero por si todavía no estás convencido, te ofrezco otro ejemplo, de una columna de Gene Patterson aparecida en un periódico en 1963:
“Una madre negra lloraba en la calle, el domingo por la mañana, frente a la iglesia baptista de Birmingham. En su mano sostenía un zapato, uno sólo, del pie de su hijo muerto. Nosotros nos acercamos y sostuvimos el zapato con ella”.
La muerte del niño es la información que queremos transmitir, pero el zapato es el detalle específico que nos permite hacerlo mejor; con menos palabras y con más significado. A través del zapato reconstruimos la muerte del niño.
Empecé a pensar en todo eso de buscar “lo específico”, y me di cuenta de que todos los buenos escritores tienen esa capacidad especial para componer historias a partir de un conjunto de elementos extraordinariamente concretos. Por eso las libretas de cualquier aspirante a novelista deberían estar llenas de detalles irrelevantes en apariencia: nombres de calles, leyendas locales, versos soeces recopilados en lavabos públicos, descripciones de transeúntes anónimos, fragmentos de artículos de prensa y, en general, todo tipo de cosas sacadas de cualquier parte.
Roy Peter Clark no es el único escritor que defiende el uso de lo específico en la narrativa. Otros novelistas han hablado del tema, pero quizá la experiencia de Abigail Thomas, en sus tiempos de agente literaria, es la que mejor resume lo que quiero expresar:
“(…) Recibí una propuesta de una mujer llamada Virginia Dabney, que quería publicar un libro sobre la experiencia de crecer en la granja de su madre. En su propuesta escribió sobre los pájaros que cantaban tras la ventana y sobre otras cosas que no recuerdo. Nada me llamaba demasiado la atención hasta que mencionó los duros inviernos y la ausencia de calefacción y cómo, para que sus hijos no se murieran de frío, su madre puso papeles de periódico entre las sábanas y el colchón para conservar el calor. Eso sí me interesó. La escribí diciendo que no quería oír nada sobre la belleza del canto de los pájaros, pero que por favor me contara más cosas sobre esos periódicos”.
Hace poco escribí un relato sobre el alzamiento judío en el Gueto de Varsovia. Todo el mundo sabe de sobra las durísimas condiciones a las que esa gente se vio sometida durante los años de encierro, las vejaciones, el hambre y todo lo demás. ¿Pero cómo transmitirlo? Puedes escribir un alegato contra la guerra y el racismo y usar veinte mil palabras, claro. Hay libros así.
Sin embargo, cuando me estaba documentando leí dos detalles que me llamaron poderosamente la atención: El primero fue que durante los momentos más duros del gueto, los cadáveres se sacaban fuera de las casas y se abandonaban allí, amortajados en papel. La idea de una calle llena de cuerpos envueltos en papel —de viejos periódicos con crónicas musicales, de hojas de libros infantiles—, excitó mi imaginación más que cualquier alegato por la paz.
El segundo fue una norma que impusieron los nazis en Varsovia, que obligaba a los judíos a descubrirse la cabeza en presencia de los alemanes. Incumplir esa norma podía costarte la vida. No tengo que enseñar lo aleatorio, lo absurdo de la muerte y la crueldad humana. No, qué va. La muerte es demasiado general, demasiado abstracta, y el lector ya sabe todas estas cosas. Es mejor ir a lo específico, y en mi caso fue la imagen de un sombrero sin dueño, arrastrado por el viento.
Así que mi consejo para esta semana es perseguir lo específico cuando estéis urdiendo vuestras historias. Porque, como suele decirse, el diablo está en los detalles.
Escritor de ficción especulativa, slipstream y novela negra. Bloguero inquieto (e inquietante) también se dedica a la traducción y realiza informes editoriales. Le gusta desmontar historias para ver cómo funcionan por dentro, aunque luego no sepa armarlas de nuevo. Autor de Lengua de pájaros, Duramadre y Fantasmas de verde jade (todas con Obscura Editorial).
Interesantísimo artículo, Víctor. Para mi gusto el ejemplo que más suelo tener a mano es Bukowski. Su economía del lenguaje es brutalmente genial. Con una simple línea es capaz de ahorrarte páginas y páginas de vanas descripciones de lugares, personas, sensaciones, etc.
Sin embargo, en el terreno en el que yo me muevo, la literatura humorística, me he dado cuenta de que eso, a veces, no es lo más conveniente. Y como ejemplo citaría a Tom Sharpe, cuya manera de explayarse en las descripciones suele ser de lo más efectiva a la hora de sacarle todo el jugo a la comicidad de una situación, un lugar o un hábito concretos.
Supongo que cada tipo de lietratura requiere de un tipo específico de técnica.
Aún así, el ejemplo de la madre negra me ha parecido brutalmente gráfico. Con un par de líneas me ha transmitido más que cinco párrafos hablándome de las circunstancias que rodearon la muerte de su hijo. Simplemente genial como está escrito.
Un abrazo, Víctor.
Hola Pedro. Exacto. Yo creo que la clave no necesariamente está en ser lacónico, sino en usar las imágenes precisas. Buk lo consigue de una forma, Tom Sharpe (al cual no he tenido todavía el placer de leer) sin duda lo hará de otra forma distinta. Como ya te comenté una vez tengo muchísimo respeto por los escritores que os dedicáis al humor, porque me parece una cosa muy difícil y además poco agradecida ya que un solo paso en falso puede romper un momento cómico por completo. No sé dónde leí que el terror y el humor eran los dos géneros más difíciles, porque si se hacían mal las historias de risa acababan dando miedo, y las historias de miedo acababan dando risa…
Un abrazo para ti también, y feliz semana.
Nos parece un artículo fabuloso que nos ayuda a reflexionar sobre un aspecto poco habitual en los foros de consejos para escritores. ¡Gracias por recopilar tanta información de utilidad e interés! Saludos.
Muchas gracias a vosotros por leerme. Me alegro de que el artículo os haya resultado útil. ¡Un saludo!
Buscar lo específico, evitar lo abstracto y limitar la narración a lo exclusivamente necesario son consejos básicos en los talleres de escritura. Pero, fíjate, a pesar de que es algo que a primera vista resulta bastante sencillo (mucho más que la tarea, por ejemplo, de jugar con el lenguaje y las figuras literarias), estos tres consejos son errores que muchos escritores cometene, sobre todo cuando son principiantes.
En mi caso, conozco la teoría, pero mientras escribo son pocos los momentos en que soy consciente de ella. Luego, al repasar, me propongo leer el texto con estos consejos en mente y, de hecho, voy ya aprendiendo a recortar sin que duela. Ahora tengo que acabar por refirnar el estilo metiendo aun más la tijera. Ya no duele, ahora es cuestión de ceguera. No siempre veo lo que sobra, lo que no es específico o lo que es abstracto.
Muy buen artículo, Víctor 🙂 Feliz martes a todos.
Hola Ana. Yo también pienso que, aunque pueda parecer muy intuitivo, todo eso de buscar lo específico resulta mucho más difícil que el uso del lenguaje y sus florituras. De hecho me parece que el consejo de Clark es uno de esos que no suelen encontrarse en los manuales de escritura, porque quizá esté más dirigido a los escritores veteranos que a los noveles.
Opino que en la escritura es preciso conocer las técnicas de antemano (de ser posible), escribir ignorándolas, y revisar teniéndolas de nuevo en cuenta. Hay ocasiones en las que en mitad de una sesión uno se percata ya de que algo no funciona, pero muchas veces es necesario ver el texto completo para entender qué es lo que quieres contar y encontrar a posteriori la forma más efectiva de contarlo.
Yo todo esto lo digo así muy serio y tal, pero todavía tengo que aprenderlo, porque luego mezclo las fases de escritura y de revisión continuamente 🙂
Me alegro de que te haya gustado el artículo. Un abrazo.
Te había dejado un comentario larguísimo y tal… pero se ha perdido en el vacío existencial de los errores de Google.
Nada, un artículo harto interesante, Víctor. Creo que cada frase aporta información muy necesaria y muy acertada. La teoría es muy sencilla, ¿verdad? Pero qué complicado parece ponerla en práctica, o no llegamos y nos quedamos en escribir un telegrama (Yo amar mujer casada, ella guardar secreto chungo) o nos pasamos y nos liamos en explicarlo todo sin aportar realmente valor.
En fin, Víctor, me descubro ante ti (:P). Un articulazo!
P.D: pelos como escarpias con el detalle de los cadáveres envueltos en papel. Me has hecho imaginar la fría noche polaca, el silencio del gueto, roto por el crujido de los papeles… Tremendo…
Hola Jaume, me alegro mucho de que te haya gustado la entrada. Y efectivamente, a veces son las ideas más simples las de ejecución más complicada. Resulta muy fácil pasarse y también, como bien dices, quedarse corto (que es el pie del que cojeo yo, me temo). Sin embargo merece la pena prestar atención a estas cosas, porque creo que son precisamente las que marcan la diferencia.
Yo considero que un escritor que sabe manejar lo específico con soltura (y llegar así a lo abstracto), está haciendo algo más que escribir bien. Es uno de esos escritores cuyas palabras nos envuelven y nos atrapan, y muchas veces ni nos damos cuenta de cómo, porque lo hacen parecer fácil, sin alardes y casi sin creérselo. Y en ocasiones me pregunto: ¿Qué está haciendo este tío que no haya hecho el de la novela que me terminé ayer? ¡Si usan el mismo lenguaje! Pues probablemente es eso, saber dosificar las ideas y elegir las imágenes, y por otro lado quizá trabajarse mucho más el fondo, la intención, el subtexto (el famoso iceberg de Hemingway), o sea, lo que está por debajo de las palabras.
En cuanto a que se te haya borrado el comentario… ¡Qué rabia te ha tenido que entrar! No sé qué ha pasado, pero cuando yo comento en cualquier blog de Blogger identificándome con la cuenta de Google, al darle a enviar siempre me lo borra la primera vez, no falla. Desde entonces lo escribo todo primero en el procesador de textos, por el “no sea que…”
¡Un abrazo y muchas gracias por tu comentario!
Gracias, Víctor. Éste ha sido uno de los artículos más potentes que he leído en el puktimo tiempo, sobre el arte de escribir. Me hace mucho sentido tu recomendación sobre “hacer referencia a objetos o hechos concretos, específicos”.
Excelente blog; disfruto sus aportes.
Víctor, ¿ya no estás escribiendo cosas? Tu blog era de los más interesantes.
Espero que vaya todo genial, un saludo.
¡Hola! Gracias por tu comentario y perdona por responder casi un año después. No te preocupes, que he pasado por algunos baches, pero ya estoy de vuelta :-).