Para todo en esta vida existen como mínimo dos puntos de vista; y en ocasiones, para complicar más las cosas, ambos pueden estar en lo cierto.
El punto de vista, como es lógico, establece la perspectiva con la que se aborda un asunto. Las cosas se ven de forma distinta según el lugar en el que nos posicionemos.
Por poner un ejemplo, un autor que haya vendido miles de libros a través de la autopublicación en Amazon defenderá este modelo de negocio por encima de la industria tradicional, y viceversa. Un autor de thrillers no tendrá la misma visión del mercado editorial que uno de romántica, ni uno que trabaje con lectores hispanos utilizará las mismas técnicas que uno que publique para anglosajones o para francoparlantes.
Sé que esto, que dicho así nos suena tan de Perogrullo, a la hora de la verdad no nos paramos a pensarlo.
Y me incluyo, cómo no. Los aficionados a la escritura recibimos dosis ingentes de información que muchas veces procesamos de forma pasiva. A partir de ellos, vamos formándonos una serie de criterios procedentes de fuentes dispares y con orígenes cuanto menos inciertos. La información se transmite de un blog a otro y de un muro a otro y el mensaje se suele ir empobreciendo con cada nuevo intercambio (¿recuerdas el juego del teléfono escacharrado?).
Pero aunque ignoremos este punto, casi siempre nos vamos a encontrar el problema de que nunca prestamos atención a la perspectiva de aquel que nos lo cuenta. Nos limitamos a aceptar su punto de vista.
El otro día me encontré con un ejemplo muy claro en un video de un tal Derek Murphy. No sé si recordáis que hace unos cuantos meses pulularon por los muros de Facebook una serie de imágenes con múltiples portadas con un diseño que parecía calcado de una a otra. Esto dio lugar a una serie de comentarios en los que no se produjo apenas debate: las portadas carecían totalmente de originalidad y abundaban los clichés. Todos juntos acabamos llegando a la conclusión de que las editoriales cada vez invertían menos dinero en el diseño de las portadas, recurrían con más frecuencia a las imágenes de stock y se preocupaban muy poco por dotar a cada uno de sus libros de una cierta entidad y personalidad que lo hiciera destacar por encima del resto.
Desde el punto de vista de un ilustrador (no necesariamente un portadista profesional), este abuso de los clichés en las portadas está mal, qué duda cabe. Pero nosotros no somos ilustradores. Nosotros somos editores o escritores que hemos tenido que ponernos el sombrero del editor.
El hecho de que nuestra portada quede bien en el portfolio del artista o que se pueda colgar en el salón de una casa para ser admirada por otros no nos importa. No, nuestro objetivo es captar la atención del lector y conseguir, con una sola imagen, transmitir la esencia del libro. Y para lograr todo eso, en el mejor de los casos tenemos dos o tres segundos.
Eso significa que, novecientas noventa y nueve de cada mil veces, la portada del libro tiene que respetar las convenciones del género o el escritor se arriesga a perder al lector.
La portada de un libro puede ser una obra de arte, pero antes que eso debe ser un reclamo. Publicidad. En dos o tres segundos el lector tiene que hacerse una idea de lo que contiene el libro: a nivel de género y a nivel de trama y decidir si le genera las suficientes expectativas para leer la sinopsis, que sería el paso siguiente, y por último llegar a la compra.
Esto se consigue con clichés. Se logra con colores pastel en las novelas románticas y naves espaciales con planetas al fondo en el caso de la ciencia ficción. Se consigue con fotomontajes para la literatura juvenil e ilustraciones para la infantil, y con el mismo cuadro de Hopper de la mujer bañada por la luz de media tarde para la ficción literaria.
Esto no fue evidente para ninguno de los escritores que criticaron las portadas clónicas, y no lo fue porque estaban adoptando el punto de vista equivocado. Cuando dicen que esas portadas son formulaicas y carecen de originalidad, tienen toda la razón. Sin embargo, cuando dicen que en la inmensa mayoría de los casos son las mejores portadas para lograr la atención del lector y para que este entienda de un vistazo las características de la novela que quiere leer, también tienen razón.
Son dos puntos de vista diferentes, pero uno nos puede ayudar en lo profesional. El otro, no tanto.
¿Estamos quizá entendiéndolo todo mal, o al menos entendiéndolo todo a medias?
Aunque no tengo ni idea de diseño, trabajé esporádicamente como ilustrador freelance durante un par de años y me apasiona la pintura y el arte, que además utilizo a veces como fuente de inspiración. Quien me lleve un tiempo siguiendo por aquí, lo sabe. Reconozco que la inmensa mayoría de las portadas no me dicen nada y no sabría explicaros qué es exactamente lo que me lleva a coger un libro y no otro en una librería.
Quizá a alguno las portadas clónicas puedan llevarle a pensar que la novela también lo será; un libro lleno de clichés y de fórmulas repetidas una y mil veces. A veces a mí también me lo parece, pero lo más probable es que me esté equivocando, como en tantas otras cosas.
Creo que esto también tiene que ver, una vez más, con el punto de vista. Al escritor le gusta que su portada sea diferente, especial y una auténtica obra de arte. El lector, sin embargo, quiere una portada que no le engañe, que capte su atención y que transmita claramente la información que esa novela contiene de la forma más expeditiva posible.
La mayoría de escritores no escriben (solo) para sí mismos, sino para sus lectores. Puesto que todos nosotros somos lectores, creo que deberíamos ser más empáticos, más capaces de adoptar su punto de vista.
Creo que, con ese simple ejercicio, aprenderíamos mucho sobre este oficio.
Escritor de ficción especulativa, slipstream y novela negra. Bloguero inquieto (e inquietante) también se dedica a la traducción y realiza informes editoriales. Le gusta desmontar historias para ver cómo funcionan por dentro, aunque luego no sepa armarlas de nuevo. Autor de Lengua de pájaros, Duramadre y Fantasmas de verde jade (todas con Obscura Editorial).
¡Hola, Víctor!
Pues como lectora, escritora y diseñadora de la vieja escuela, estoy de acuerdo contigo. No hay duda de que si vemos ciertos elementos en una portada, por nuestro bagaje visual y cultural, éstos ya nos comunican directamente de qué va el libro: un dragón, una nave extraterrestre o el torso desnudo de un highlander son bastante reconocibles. Pero también creo que si uno se confía y se basa demasiado en los estereotipos que todos tenemos asimilados, la sensación que se transmite es la de que la historia es más de lo mismo. Y ahí es donde está el reto del diseñador: en utilizar el lenguaje visual, conocer las reglas del género y con todo ello probar cosas diferentes, innovar (lo de conocer las reglas para innovar, algo que también se aplica a los escritores cuando planifican y escriben sus historias).
En resumen, transmitir la esencia y lo que hace única a esa historia de una manera que le haga justicia y que atraiga a los lectores a los que quiere atraer. Y esto, desde mi punto de vista, solo es posible si quien se hace cargo de la portada, primero: sabe de qué va la historia, qué la hace especial y qué es lo que se debe transmitir (hablar de ello con el autor es siempre una buena idea, creo yo) y segundo, piensa en todo ello y esboza, antes de hacer cualquier otra cosa como por ejemplo ponerse a buscar fotografías de bancos de imágenes.
Muchas gracias por la reflexión,
¡Un saludo!
Muchas gracias por tu comentario. Sí, yo pienso que los clichés lo son por una razón, y que el diseñador puede utilizarlos para su propio beneficio y el de los lectores. Está claro que hay otras formas (buenas) de hacer las cosas, y que también se puede ser más o menos original aún dentro de determinados parámetros. Este caso de las portadas me ha parecido un ejemplo muy bueno para cualquier circunstancia en la que vemos que algo es muy obvio pero que en la práctica está lleno de matices. ¡Un saludo!
Buenas Víctor,
la verdad es que a mí, como lectora, me llama la atención la portada, pero también el título. Es verdad que una bonita portada puede hacerme coger el libro, pero sinceramente no me había planteado hasta ahora, si era un cliché o no. Ahora al leerte, creo que me fijaré más.
Pero sinceramente, me suelo fijar más en el escritor o en el título, o ya en la sinopsis, tiene que ser una portada muy llamativa (para mí), para que me fije en ella.
Supongo que dependerá de cada uno.
Un abrazo.
Muy buen artículo. Supongo que esto es como ir a comer a un restaurante: el plato entra por los ojos y si después, además, el sabor nos sorprende, iremos por buen camino. Sinceramente me he puesto a pensar en qué es lo que me hace decidirme por uno u otro libro, y no lo tengo del todo claro. Así que supongo que es un poco la mezcla de la portada, el título y una buena sinopsis o resumen en la contraportada o en la solapa. Gracias por compartir esta información tan interesante.
Algo así. Se dice que el primer elemento es siempre la portada (por eso es tan importante para un libro estar en mesa y no en una estantería de la librería), después la sinopsis y por último las primeras palabras del primer capítulo. Seguimos ese orden y, si nos convencen los tres elementos, quizá compremos el libro.
Hola, Víctor.
Por lo que leo, la portada del libro es una decisión en la que la opinión del escritor importa poco, ¿me equivoco?
Interesante artículo. Un saludo.
Bueno, depende de la editorial. Pero sí, un poco la idea del artículo es que es un trabajo que es mejor dejar a los profesionales de ese campo. Si autopublicas, entonces tienes que ponerte el “sombrero del editor” y pensar en términos de un producto, si es que quieres vender tu novela como tal. Hacer primar la visión artística en el continente además de en el contenido es una opción también muy legítima, pero no creo que la mayoría de los escritores que autopublican tomen sus decisiones pensando en este punto.
Hola, Víctor
Ante todo, ya que es primera vez (creo) que comento aquí, felicidades por tu página. Siempre veo buenos artículos en ella.
Mis gustos, a la hora de escribir y de leer, van principalmente en la línea de la fantasía y la ciencia ficción. Y sí, sus portadas se parecen muchísimo, sobre todo las de fantasía. En mi caso, los clichés que mencionaste me sirven mucho a la hora de escoger un libro, aunque precisamente en el sentido contrario: ya no quiero leer más de lo mismo. Por eso, cuando veo una portada que se parece a todas las demás (salvo que el título sea muy llamativo o que conozca al autor), desecho ese libro casi al instante. También me ayuda a saber si una novela es demasiado juvenil (habitualmente se mezclan ambos tópicos, el de la LIJ y la literatura fantástica), y a mis cuarenta y un poco más años ya no estoy para esos trotes. Así que agradezco que al menos una primera edición de un libro recurra a los clichés, pues de ese modo, ante una oferta tan saturada como la que tenemos hoy, realmente eso ayuda a discriminar con rapidez. Pero, por cierto, agradezco aún más si las ediciones de lujo de un libro ya “probado” muestran un mejor tratamiento en su portada.
Hablando ahora como escritor, muy bueno el consejo a la hora de aplicarlo en las portadas de nuestros libros. Es una de las dudas recurrentes que enfrentamos. Y, para ello, debemos ser honestos con nuestras propias obras. Nuestra novela, ¿es más de lo mismo? Y no estoy diciendo que sea mala o un refrito, solo que seamos honestos. ¿Tiene magos, dragones, guerreros, una travesía? Ya sabes de qué va la portada entonces. Porque si es más de lo mismo, los lectores que efectivamente están buscando eso lo encontrarán si presentas una portada cliché, y lo agradecerán. Pero no ocurrirá lo mismo si es una portada que hace pensar en un libro diferente a los demás y resulta ser idéntico a cien otros libros anteriores. Se sentirán engañados y no volverán a confiar en tus obras. ¿Cómo es mi libro y a qué público quiero alcanzar? He ahí la pregunta. Y debemos ser sinceros al responderla.
Y dejo hasta aquí este comentario, que ha resultado más largo de lo que pensé, para no aburrir a quien lo esté leyendo. Un gran saludo.
LdM.
Buenas, León. Muchas gracias, me alegro de que disfrutes con mi web. Lo que comentas es muy interesante y tiene todo el sentido del mundo. Libros un poco más experimentales o que se salen de lo habitual normalmente también utilizan portadas más experimentales o que se salen de lo habitual. Y esto es así porque el buen portadista está trasmitiendo un mensaje para apelar a un lector concreto, pero este no tiene por qué ser el lector mayoritario. Hay muchas novelas y muchos tipos de público objetivo.
Lo que dices de las ediciones de lujo también encaja en la misma dinámica. El que compra una edición especial lo hace porque ya conoce el libro (o el autor) y por lo tanto el ilustrador puede salirse de lo habitual. De hecho, se espera que lo haga, pues una edición especial también requiere una portada acorde a otras expectativas.
Un saludo y muchas gracias por comentar.