Fantasía oscura: en busca de una definición universal

La fantasía oscura es un subgénero liminal que nace de la combinación de dos corrientes literarias con fronteras algo menos difusas: el terror y la fantasía. Como veremos a lo largo del artículo, algunos interpretan el fantástico como género principal de la fantasía oscura y lo «oscuro» como una acotación narrativa y estilística del autor. Otros, en cambio, toman el terror como primordial y lo fantástico como un componente «adicional». Así, el primer grupo considera la fantasía oscura un subgénero equivalente al grimdark, mientras los segundos lo asimilan al horror sobrenatural.

Corresponderá al editor o al autor valorar a qué género pertenecen sus novelas (por eso Lengua de Pájaros está catalogada como fantasía oscura), pues no existe una autoridad literaria capaz de decidir sobre estas cuestiones. Las dos definiciones anteriores son correctas, como podría serlo cualquier otra. Ambas utilizan la misma mezcla de elementos, pero en diferentes proporciones.

Sin embargo, en cualquiera de ambos casos existe un subgénero mejor establecido y más identificable para los lectores, ya sea el grimdark o el horror sobrenatural. Por ese motivo creo que es mejor otorgar a la fantasía oscura un espacio propio.

Eso es lo que voy a intentar en este artículo, y para ello voy a ofrecer mi interpretación personal. ¿Por qué? Pues porque aunque definir subgéneros sea una labor inane, si vamos a fabricarnos un gueto más vale que tengamos claras las avenidas que lo delimitan.

 

El origen de la fantasía oscura

Se ha considerado a Gertrude Barrows Bennett (que escribió con el seudónimo de Francis Stevens) la creadora de la fantasía oscura, así como de la fantasía gótica (Gothic Fantasy). Esta última etiqueta se hizo popular en el mundo anglosajón hace unos años, pero desde entonces ha caído en desuso (en España el término nunca se llegó a utilizar, o al menos no de forma consistente). Hoy día, todo lo que antes se denominaba «fantasía gótica» forma parte de la fantasía oscura, si bien resulta interesante no perder de vista esta conexión original con la literatura gótica clásica por algo que veremos más adelante.

Como muchos otros autores de principios de siglo, Barrows Bennett publicó la mayor parte de sus historias en revistas pulp. Sus trabajos encajan holgadamente entre los parámetros de la literatura especulativa en un sentido amplio: The Heads of Cerberus es una novela de ciencia ficción distópica, y también publicó relatos de fantasía y de terror.

Sin embargo, y por muy meritoria que sea su producción artística, la creación de un género o corriente literaria no obedece a la labor de una sola persona. Por otra parte, Gertrude Barrows Bennett no se refirió nunca a su trabajo como «fantasía oscura» del mismo modo que Mary Shelley no llamó a su Frankenstein o el moderno Prometeo literatura de ciencia ficción. Entonces, ¿cuándo surgió el término?

 

¿Terror con toques de fantasía…?

Al principio, la fantasía oscura se utilizó como un eufemismo para evitar la palabra terror, un género marginal, minoritario y con connotaciones negativas entre los lectores poco familiarizados con el mismo (por mucho que nos pese). De acuerdo con la autora Lucy A. Snyder, este fenómeno tuvo lugar en la década de los noventa, marcando el origen del término como tal, el cual luego se aplicaría retroactivamente al trabajo de autores anteriores.

No creo que esta fecha sea una casualidad. Los años setenta y ochenta supusieron un vergel para la literatura de terror, consumida sobre todo en versión de tapa blanda y bolsillo con un éxito considerable. Sin embargo, a medida que se acercaba el final de siglo esta tendencia se fue agotando: donde existían muchos autores, quedaron tan solo un par que producían best sellers de forma consistente. El más famoso, por supuesto, es Stephen King.

Por el contrario, la fantasía siguió manteniendo su popularidad intacta durante los noventa. Los editores se percataron de esto y decidieron eliminar la etiqueta de terror de sus lanzamientos. Pasaron a emplear el eufemismo «fantasía oscura» para lo que hasta entonces había sido catalogado como «horror sobrenatural» y utilizaron un eufemismo similar («thriller») para aquellas novelas sin elementos fantásticos más cercanas al «terror psicológico».

Tras varias décadas, estos términos se han popularizado a pesar de que generan confusión en los lectores, pues siguen sin contar con una definición coherente.

 

¿…o fantasía con toques de terror?

Si la versión del asunto que ofrece Lucy A. Snyder es correcta, entonces habría que admitir que la fantasía oscura nació y se desarrolló tomando como punto de partida el género de terror. Sin embargo, resulta curioso, pues en la actualidad se tiende a asumir que la fantasía oscura pertenece al fantástico. Aún peor: se suele vincular a esos subgéneros del fantástico que cuentan con un mundo alternativo o secundario como ingrediente indispensable, como podría ser la Tierra Media de Tolkien.

Esta particularidad se encuentra recogida tanto en el artículo de Snyder como en el Historical Dictionary of Fantasy Literature (Stableford, 2005), donde se establece lo siguiente:

«Puesto que el género que se ha definido comercialmente como terror ocurre de forma invariable en nuestro mundo, [la fantasía oscura] se convierte, de facto, en una subcategoría de la fantasía contemporánea; aquellas historias de terror ambientadas de forma completa o parcial en mundos secundarios».

Snyder define como fantasía oscura la saga de Elric de Melniboné de Michael Moorcock. Es una aseveración problemática, pues nos obligaría a trazar un círculo muy amplio que también incluiría las obras de Clark Ashton Smith, el ciclo onírico de Lovecraft o las fantasías de Lord Dunsany. Si además tomamos en consideración la época actual, deberíamos añadir además obras de fantasía que a veces se clasifican como grimdark.

De hecho, la popular página TVTropes parece seguir esta misma definición de la fantasía oscura, clasificándola simplemente como sinónimo del grimdark. Para los autores de esta página sería una versión menos amable de la alta fantasía con la que compartiría una buena cantidad de estereotipos y clichés (ambientación basada en mundos medievales, razas fantásticas tomadas de la mitología, magia, etc.).

Ya se habló en esta web de cómo nació el grimdark. Como en el caso de la fantasía oscura y de otras categorías similares, el grimdark no apareció como respuesta a una necesidad de clasificación de ciertas obras. Surgió de un modo accidental, como una broma entre los aficionados al juego de miniaturas británico Warhammer 40.000. Sin embargo, es evidente que ha adquirido fuerza en muy pocos años, en algunos casos desbancando un subgénero con más antigüedad y tradición como es la fantasía oscura.

 

En busca de una tradición propia

Antes de poder ofrecer una definición de la fantasía oscura es importante averiguar qué es lo que le viene a la cabeza a un lector cuando se menciona el término. En mi opinión, la mayor parte de la gente piensa en películas de directores como Guillermo del Toro, Tim Burton o Jim Henson, y en libros de autores como Neil Gaiman. Hablaríamos por tanto de un terror de baja intensidad cargado con una buena cantidad de elementos fantásticos y sobrenaturales, y sobre todo de una atmósfera muy particular y una tendencia estética neo-gótica (con vinculaciones más o menos trazables a la tradición literaria gótica clásica en función de cada caso). ¿Recuerdas que Gertrude Barrows Bennett no solo era considerada la creadora de la fantasía oscura sino también de la más elusiva «fantasía gótica»?

Si adoptamos como punto de partida la imaginería de estos creadores, podemos encontrar muchos exponentes de esta corriente de la fantasía oscura en la literatura. Para empezar, cabría citar ciertas obras de Ray Bradbury, sobre todo Something Wicked This Way Comes (1962), The Halloween Tree (1972) y From the Dust Returned: A Family Remembrance (2001). También la etapa más reciente de Clive Barker, compuesta por novelas como Abarat (2002), Days of magic, nights of dark (2004) y The Thief of Always (muy alejados todos ellos de la visceralidad de Los libros de sangre por la que es más conocido).

Tampoco podemos olvidar El circo de medianoche, de Eric Morgenstern (2012) o cierta fantasía oscura juvenil, como la trilogía de Ransom Riggs iniciada con El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares o las novelas Catchman (1999) y The haunting of Alaizabel Cray (2001) de Chris Wooding.

 

Los cuentos de hadas como origen de la fantasía oscura

En realidad, creo que el verdadero origen de la fantasía oscura se encuentra en los mitos y sobre todo en los cuentos populares de hadas recopilados por hombres de letras y folcloristas como Perrault, Basile o los hermanos Grimm.

No es por tanto sorprendente que muchos de los autores que han cultivado la fantasía oscura se hayan adentrado con frecuencia en la literatura infantil y juvenil; esto incluye escritores como el ya mencionado Neil Gaiman (El libro del cementerio, Coraline, etc.), Arthur Ransome (famoso por su saga Swallows and Amazons, que obviamente no es fantasía oscura), Tanith Lee, y otros menos conocidos, como Lucy Clifford con La nueva madre, Thomas M. Disch, Robin Jarvis o Garry Kilworth.

Los cuentos de hadas esconden la advertencia de no apartarse nunca del camino. Son historias que se han transmitido de una generación a otra durante miles de años, adaptándose a cada nueva época y mutando en el proceso pero, en muchos casos, manteniendo la misma esencia.

Es precisamente esta capacidad de adaptación lo que las identifica y las diferencia de otro tipo de narraciones. Existen cientos de versiones distintas de clásicos como La Cenicienta o Caperucita Roja. Se han contado en diferentes culturas, bajo distintas máscaras. Eso es porque responden a motivaciones y preocupaciones universales, a deseos de nuestro inconsciente y a miedos humanos atávicos. Los cuentos de hadas transcurren en un periodo ahistórico con connotaciones fantásticas, pero casi siempre cuentan con un ingrediente que los acerca al terror, en cierta medida por su componente moral (en inglés la mayoría son considerados cautionary tales).

Muchos de los cuentos de hadas que forman parte de la cultura occidental han llegado hasta nosotros a través de las películas de Disney, si bien el poderoso estudio norteamericano se cuidó muy bien de eliminar aquellos elementos grotescos y desagradables, edulcorando los relatos para un público infantil post-victoriano al que parece necesario proteger de los aspectos más truculentos de la realidad. Incluso así, las imágenes de muchas películas de Disney tienen una potencia simbólica innegable, y hay que admitir que este proceso de «dulcificación» de los cuentos de hadas se inició bastante antes, con su progresiva popularización escrita.

A diferencia del género de terror, donde —muchas veces, no siempre— lo sobrenatural supone una fractura del orden establecido, y la intrusión de la otredad debe ser combatida y desterrada por los héroes de la historia, en los cuentos de hadas lo sobrenatural puede manifestarse en forma de aliados, que ofrecen ayuda o consejos al héroe, y no solo de adversarios.

Por otra parte, en el terror se produce una contraposición entre lo normal y lo anormal, lo natural y lo antinatural, el hombre y la bestia, lo humano y lo inhumano. Esta contraposición también se manifiesta en los cuentos de hadas, pero en muchos casos al mismo tiempo se desarrolla una cierta empatía hacia la psique y naturaleza del monstruo. Esto es frecuente en cuentos de hadas modernos tanto fílmicos como literarios, como es el caso de Eduardo Manostijeras (Tim Burton, 1990), La forma del agua (Guillermo del Toro, 2017) o American Gods (Neil Gaiman, 2001). Todos estos elementos acercan los cuentos de hadas a la fantasía oscura.

El fenómeno no es nuevo. La Cámara Sangrienta, de Angela Carter (1979) ya exploraba la propiedades semióticas de los cuentos de hadas en su vertiente literaria. La intención de la autora, sin embargo, no fue tan solo escribir versiones, sino utilizar cada cuento como punto de partida para desarrollar su propia historia. Vendido tradicionalmente como un libro de cuentos de hadas con un giro feminista, el trasfondo de estas historias -como el de las narraciones originales en los que se basan- es profundamente violento, sexual y simbólico. Supuso una auténtica revolución en su momento, y hoy día es estudiado en las facultades de las universidades de medio mundo.

Por tanto, obras como la saga vampírica de Anne Rice, las novelas de Christina Henry o Gregory Maguire (con la tetralogía de Wicked a la cabeza) o Déjame entrar de John Ajvide Lindqvist (2004) formarían parte también de la tradición de la fantasía oscura.

 

En conclusión

El número de subgéneros literarios crece cada vez más, debido en buena parte al sistema de clasificación de libros de Amazon y a la necesidad de focalizar la publicidad en los intereses del usuario. Hemos alcanzado un punto en el que esta avalancha de términos genera confusión en los agentes productores de libros (autores, editores, libreros y distribuidores) y, peor aún, en los propios lectores.

Aun así, estoy convencido de que existe un lugar en las estanterías para la fantasía oscura si somos capaces de alcanzar un consenso sobre sus elementos integradores. Por eso he trazado este recorrido por la historia del subgénero y he tratado de ofrecer unas cuantas claves que podrían servir de base para establecer una definición más completa en el futuro.

La fantasía oscura nace, creo, de los cuentos de hadas. Estas narraciones entran de lleno en el espacio fronterizo entre el terror y la fantasía, ya se trate de reelaboraciones (retellings) o creaciones originales modernas.

Esta es mi versión de la fantasía oscura, pero ¿cuál es la tuya? ¿Habías oído hablar de este subgénero antes? ¿Sientes predilección por este tipo de obras artísticas? Cuéntamelo en los comentarios.

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