Cómo crear un buen antihéroe (1ª parte)

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Los antihéroes están de moda. Con prestar un poco de atención, uno se da cuenta enseguida de que la mayor parte de los protagonistas de nuestras series de TV favoritas son antihéroes. Los Soprano, Breaking Bad, Mad Men, Sons of Anarchy, Dexter, House, True Detective¿Hace falta seguir?

El concepto de antihéroe no es nuevo. El término aparece recogido por primera vez en 1714 y podemos encontrar ejemplos en fechas anteriores (Lucifer en El Paraíso Perdido de Milton y, como representaciones patrias, El lazarillo de Tormes y El Quijote, por citar solo unos cuantos). 

Sin embargo, en los últimos tiempos ha crecido el interés por este tipo de personajes, y creo que por una buena razón. La televisión está alcanzando un status de madurez narrativa y los espectadores demandan historias más complejas, en las que los tonos de gris predominen sobre el blanco y el negro.

Y no hay nada más gris y con más matices que nuestro querido antihéroe.

Para el escritor, el guionista o el storyteller, la creación de uno de estos personajes puede suponer un gran reto, y por eso vamos a dedicar un artículo doble a tratar el tema: En esta entrada analizaremos las historias tradicionales con héroe y villano, veremos qué es el antihéroe y también cómo rompe este patrón clásico. La semana próxima analizaremos varios antihéroes de la literatura y cómo abordar el proceso de creación de un personaje de este tipo.

Eso sí, antes de empezar os voy adelantando mi punto de vista. Yo creo que la literatura debe imitar a la vida, y en la vida todos somos antihéroes: Parte héroes. Parte villanos.

Así es como deberían ser todos nuestros personajes.

Rompiendo la dicotomía entre héroes y villanos

La mayor parte de las historias se estructuran en torno a dos figuras principales: protagonista y antagonista. El protagonista es el que carga con el peso de la narración, el que lleva a cabo el viaje iniciático que lo transforma. El antagonista es aquello que se le opone, que puede cristalizar en otro personaje o bien puede tratarse de una fuerza de la naturaleza o cualquier tipo de entidad abstracta (el Gran Hermano en 1984 de Orwell, la burocracia en El Proceso de Kafka, etc.)

En muchas historias, los conceptos de héroe y de villano se superponen respectivamente a los de protagonista y antagonista.

Así que, para entender al antihéroe, primero hay que entender al héroe.

¿Y qué es un héroe? Pues en este caso la mejor acepción no nos la ofrece el diccionario de la RAE, sino la Wikipedia:

 

“En la mitología y el folclore, un héroe (…) es un personaje (…) que encarna la quinta esencia de los rasgos claves valorados en su cultura de origen. Comúnmente el héroe posee habilidades sobrehumanas o rasgos de personalidad idealizados que le permiten llevar a cabo hazañas extraordinarias y beneficiosas (…) por las que es reconocido”.

 

El villano, por tanto, representa la antítesis del héroe, su reflejo oscuro y deformado. Posee rasgos indeseables y lleva a cabo acciones negativas y perniciosas para la comunidad. 

¿Y un antihéroe? Un antihéroe no es más que un protagonista en el que se entremezclan al mismo tiempo rasgos de héroe y de villano, o que carece de algunas de estas habilidades heroicas. Así de sencillo y de complicado.
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Algunos antihéroes del cómic. De izquierda a derecha: Marvin, de Sin City, John Constantine, de Hellblazer, y Rorschach, deWatchmen.

Los antihéroes son personajes interesantes porque rompen esa dicotomía entre el héroe y el villano, entre el Bien y el Mal, lo blanco y lo negro, que muchas veces conduce a los autores a escribir historias planas y excesivamente estereotípicas. 

En sagas en las que predomina esta visión dual y maniquea, como El señor de los anillos, Las Crónicas de la Dragonlance o Star Wars, los personajes que muchos lectores encuentran más atractivos son los antihéroes: Bilbo, Raistlin o Han Solo. 

Estos personajes son complejos y falibles. Desafían al propio escritor y a su manera de entender el mundo, aunque sea de forma temporal. Persiguen objetivos tangibles en contraposición a los conceptos idealistas que pueden empujar a la acción a los héroes de corte más clásico. 

Todos estos motivos ayudan a que el lector empatice con ellos fácilmente.

Entender a héroes y a villanos

En su vertiente más estereotipada, un héroe es un personaje sencillo de crear y de entender, porque sigue un código moral rígido y socialmente aceptable. Puede dudar, o incluso quebrantar este código, pero su compás moral siempre apuntará hacia el norte. Con el villano pasa lo mismo, pero al revés. De hecho, el villano es muy similar al héroe, con la única diferencia de que su compás moral no apuntará hacia el norte, sino hacia el sur.

Por el contrario, la definición de antihéroe es a veces elusiva. Muchas veces se considera antihéroes a personajes que no lo son. Un ejemplo es Jean Valjean en Los Miserables, de Víctor Hugo. A veces se habla de Valjean como antihéroe, cuando Valjean y Javert son, claramente, héroe y villano. El villano es la antítesis del héroe y, en este caso, uno es reflejo del otro: Valjean sufre un proceso de transformación al principio de la novela, y Javert sufre el mismo proceso al final (con las desastrosas consecuencias para su psique que todos conocemos).

¿Otro ejemplo? Indiana Jones y René Belloq en la primera película de la saga. De hecho, en una escena, Belloq llega a declarar:

 

“Tú y yo somos muy parecidos. La arqueología es nuestra religión, pero ambos nos hemos apartado de la verdadera fe. Nuestros métodos no difieren tanto como tú crees. No soy más que un reflejo oscuro de ti. Te costaría muy poco ser como yo. Salir de la luz.”

 

Desde luego, Lawrence Kasdan y George Lucas hicieron bien sus deberes.

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En esencia, Belloq (villano) no es otra cosa que la imagen especular de Jones (héroe)
 Valjean y Javert. Jones y Belloq. Dos caras de la misma moneda.

El cine y la literatura están plagados de héroes estereotípicos. Muchos de ellos vulneran las normas sociales, pero tienen límites morales perfectamente definidos, de entre los cuales el más evidente es su respeto por el quinto mandamiento. Todo eso de «no matarás» representa para ellos una barrera infranqueable, y no están dispuestos a vulnerarla bajo ninguna circunstancia. 

Por esa razón el cine se prodiga en secuencias en las que el villano acaba colgado de una cornisa o del borde de un precipicio. En estas escenas el héroe le ofrece su mano. El villano la rechaza y, acto seguido, intenta apuñalarlo, dispararlo, golpearlo con una piedra, etc. Como consecuencia de esta última traición, el villano sufre su merecido castigo sin necesidad de que el héroe tenga que mancharse sus pulcras manos impartiendo la ley del Talión.

Esto siempre ha sido una situación muy cómoda para el guionista y para el espectador, y por eso las escenas finales de «precipicios» han plagado los blockbustersdurante décadas. El héroe no necesita tomar ninguna decisión difícil, una que trastocaría por completo su código moral: hace lo que le corresponde y cumple su objetivo derrotando al villano. Es el villano el que, en realidad «acaba sacrificándose solo», librando al héroe de toda culpa. ¡Qué apropiado!

Como ya hemos mencionado, el villano es la antítesis del héroe. ¿Queréis saber qué pasa si se invierte la situación, si el héroe es el que cuelga del precipicioy el villano el que tiene la oportunidad de redimirse? Pues que Mufasa muere y, con él, mi infancia.

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Larga vida al rey.
Pero lo cierto es que estamos empezando a cansarnos de todo esto. Ya no encontramos consuelo en ese cosmos ordenado en el que los buenos siempre ganan. Sencillamente no nos lo creemos. Es labor de los sociólogos el investigar el desencanto de nuestra sociedad y por qué estamos perdiendo la fe en los héroes, pero no es la primera vez que ocurre: Recordad el final de los setenta y el principio de los años ochenta. Pensad en los protagonistas de películas como Taxi Driver, Apocalypse Now o Scarface

Lo que cabe preguntarse es: ¿Qué es lo que haría un antihéroe en una de esas escenas de precipicio?

La respuesta es que no lo sabemos.

En su definición más seminal, héroe y el villano son personajes predecibles. 

Los antihéroes no.

Lee la segunda parte aquí.

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