Hoy hablaremos de Tom Spanbauer, y del estilo de escritura peligrosa que inventó en los años ochenta.
Podríamos considerar la escritura peligrosa como una vertiente del minimalismo, o mejor dicho, como una serie de técnicas literarias que el escritor minimalista puede aplicar en sus trabajos. Con minimalismo me refiero al estilo de escritura cultivado por Gordon Lish, Raymond Carver, Chuck Palahniuk, Richard Ford y otros cuantos sospechosos habituales de mis estanterías.
“Escribir peligrosamente”, dice Spanbauer, “es ir a ese lugar secreto y oculto en nuestro interior. Hay algo allí triste y doloroso, pero es preciso ir, investigarlo y escribir sobre ello”.[1]
Tom Spanbauer tiene un taller activo en Portland, donde lleva a cabo reuniones semanales. Los alumnos avanzados se sientan en la mesa, y el resto se colocan a su alrededor, y conforman lo que llaman Pond Scum, algo así como las «algas del estanque». Estos se callan, escuchan y toman notas, mientras los primeros discuten. Después tienen de cinco a diez minutos de tutorías privadas con Tom, donde analizan sus propias historias.[2]
Al empezar el taller de Spanbauer se suelen llevar a cabo dos ejercicios. En el primero, el alumno debe escribir sobre algo que le ocurrió y que lo ha cambiado. En el segundo, debe escribir sobre algo que no recuerde del todo:
“Ambos ejercicios fuerzan al escritor a buscar su propia experiencia, y a empezar a construir la historia a partir de ahí. Me gusta sugerirles que trabajen sobre experiencias personales, porque la tendencia en estos tiempos es escribir historias de vampiros, o de fantasía, o historias que los estudiantes piensan que Hollywood podría comprarles en el futuro. Pero más importante que eso, creo que la mayor parte de los estudiantes suelen pensar que la historia es algo que se encuentra fuera de ellos, no en su interior.”[3]
Creo que Tom Spanbauer se equivoca al considerar que las historias de temática fantástica no son susceptibles de un tratamiento minimalista, o que no reflejan experiencias personales. En algunos casos esto puede ser cierto, pero en otros muchos no, pues la fantasía es un nivel de abstracción que en algunas ocasiones enmascara (y en otras precisamente ayuda a poner de relieve) temas o experiencias vitales.
En cualquier caso, también creo que da igual lo que escribas y cómo lo escribas, porque lo que defiende Spanbauer también puede ser interesante para ti, como lo ha sido para mí.
Aparte de los escritores mencionados arriba (algunos mentores, como Lish, algunos discípulos directos, como Palahniuk), una de las autoras más relevantes de la escritura peligrosa es Amy Hempel, también alumna de Lish, y cuyo relato The harvest es considerado la obra de referencia de este estilo. Como tal, se analiza minuciosamente durante los talleres de Spanbauer.
Traduzco aquí los primeros párrafos:
“El año en el que empecé a decir «copa» en lugar de «vaso», un hombre al que apenas conocía estuvo a punto de matarme por accidente.
El hombre no estaba herido cuando el otro coche nos golpeó. Lo había conocido hacía una semana, y en la calle me sostuvo de forma que no pudiera ver mis propias piernas. Recuerdo que sabía que no debía mirar, pero al mismo tiempo sabía que lo hubiera hecho de haber podido.
La parte delantera de la ropa de aquel hombre estaba cubierta con mi sangre.
Él dijo: «Te pondrás bien, pero este jersey se ha echado a perder».”
Puedes terminar de leer The harvest aquí (en inglés). Es necesario leerlo completo para entenderlo, porque la historia se cuenta en dos partes. Primero te habla de todo eso del accidente y de la rehabilitación, y luego exclama: Bien, y ahora que hemos terminado con esto, te voy a contar todo lo que he dejado fuera de la historia. Es un ejemplo de narrador no confiable, del que ya traté por encima en el artículo sobre la elección del punto de vista de una novela.
Lo que hacen los estudiantes en los talleres de Spanbauer, según Palahniuk, es sentarse alrededor de una mesa durante diez semanas y analizar The harvest, y de él extraen estas cuatro enseñanzas:
1# Caballos
La idea es la siguiente: Cuando tú conduces una caravana de un punto al otro del país, siempre utilizas los mismos caballos. Lo mismo debería pasar con una historia, sustituyendo los caballos, en la metáfora anterior, por «el tema» o «los temas».
En el minimalismo de Spanbauer, cualquier historia, ya sea un relato de un centenar de líneas o una novela de más de mil páginas, tiene un tema central, y todos los personajes y escenas que aparezcan deben servir para ilustrar o demostrar un aspecto del mismo.
Llevado al extremo, podemos decir que si tú has querido vertebrar tu obra en torno al tema de la «libertad», cualquier fragmento que se desvíe de ese tema deberá ser eliminado. Nada de digresiones, de sub-argumentos, o de intentar tratar más de un tema, a no ser que estén íntimamente relacionados.
Expresado de un modo bastante menos radical: Sé que la mayoría de los escritores no reflexionan sobre un tema cuando se ponen a escribir su obra. Sin embargo, creo que si la obra es buena, el tema emerge por sí mismo. En ese momento el escritor ha de identificarlo y escribir —o reescribir—, la historia en consecuencia.
Todas las buenas historias deberían tratar sobre algo, ¿verdad? Y si te paras a pensarlo, todas las buenas historias lo hacen.
2# Lengua quemada
Consiste en ofrecer información relevante al lector, pero de forma equivocada, para dar lugar a confusión y a falsas interpretaciones. En estos casos, el lector tendrá que volver sobre la frase y leerla dos veces, prestando más atención.
Esta forma confusa de escribir implica también que hay que huir de los clichés, de los adverbios que tratan de “trampear” o forzar las emociones en el lector (cosas como «tristemente», por ejemplo) y de las imágenes abstractas.
Por alguna razón, para Spanbauer también es importante no incluir unidades de medida: metros, kilos, grados, u otras por el estilo. Tampoco la edad, insiste Palahniuk «¿Dieciocho años? ¿Qué significa eso?».
Aunque es una norma un tanto absurda y excesiva, y muy probablemente esconda un intento de provocación, tiene un cierto sentido. No cabe duda de que este tipo de expresiones también son atajos cómodos para el escritor, como los adverbios o los clichés.
3# Ángel observador
El novelista que aspira a producir escritura peligrosa ha de limitarse a describir la apariencia de los personajes y sus acciones, sin emitir juicios de valor. El escritor debe descomponer lo que quiere decir en una serie de detalles que tomen forma en la cabeza del lector para que este extraiga sus propias conclusiones.
¿Es Tom un tipo gordo? ¿Y Samantha? ¿Es una mujer feliz? Términos como «gordo» o «feliz» están prácticamente prohibidos en el minimalismo, según Spanbauer. Son los hechos o las descripciones de los personajes los que deben sugerirnos estos conceptos.
4# Meterse en el cuerpo
Esto es algo que propugnan Lish y Spanbauer, algo así como experimentar la historia describiendo lo que el protagonista percibe a través de los cinco sentidos. Una narración debería de ser una sucesión de sensaciones corporales (vista, olfato, sonido, gusto y tacto).
He visto esto en otra parte, y no recuerdo dónde, pero venía a decir que si querías describir bien una escena, buscaras al menos una sensación recibida por cada uno de los cinco sentidos. Algo visual, algo acústico, un olor, etcétera.
Conclusiones
Las cuatro reglas de Palahniuk son reduccionistas, y en realidad hacen más mal que bien al minimalismo, o a la prosa del propio Spanbauer. Son un punto de partida interesante para explorar otras formas narrativas, pero eso es todo. De hecho, el propio Spanbauer no defiende que nadie tenga que escribir así, solo que así es como él escribe y enseña a escribir.
Si hay que quedarse con algo de todo esto de la escritura peligrosa es con lo que me quedé yo: Escribe sobre ti mismo, y a través de ti, podrás escribir sobre todo lo demás.
Cada día hay más personas que desprecian la experiencia personal, y se limitan a reproducir emociones recibidas de fuentes de segunda mano, a través del cine o de los libros de otros. Eso no es suficiente, o al menos no lo es para mí, y creo que para ti tampoco debería serlo.
Esa historia única, diferente a las demás, está dentro de ti. Así que saca fuerzas de donde puedas y ve allí a buscarla.
Solo hay que leer “El hombre que se enamoró de la Luna” de Spanbauer para comprobar que a él, al menos, le ha funcionado maravillosamente.
Para saber más
[1] http://www.isu.edu/magazine/spring11/dangerous-writing.shtml
[2]http://hawthornebooks.com/blog/article/rachel-smith-on-dangerous-writing
[3] http://www.nailedmagazine.com/editors-choice/dangerous-writing-is-writing-and-lying-by-tom-spanbauer-2/ Fuente de la primera imagen: http://static1.squarespace.com/static/52f808a4e4b045fae9148007/52f81080e4b0ec7646d1c38d/52f85f51e4b0a5a45c1b7900/1392075863698/web-cover+page+6.jpg?format=750w
Escritor de ficción especulativa, slipstream y novela negra. Bloguero inquieto (e inquietante) también se dedica a la traducción y realiza informes editoriales. Le gusta desmontar historias para ver cómo funcionan por dentro, aunque luego no sepa armarlas de nuevo. Autor de Lengua de pájaros, Duramadre y Fantasmas de verde jade (todas con Obscura Editorial).
Hola, de nuevo, VIctor. Hoy que tenía un rato de "ocio", me he quedado paeando por tu blog.
Honestamente, no entiendo cómo este artículo no tiene comentarios. Es buenísimo, y toca la fibra de un tipo de literatura que deja al lector todas las respuestas emocionales.
De hecho, me siento identificado. Cuando escribo, casi no uso adverbios ni adjetivos que puedan interpretarse como una valoración personal. Las descripciones de los personajes las uso solo cuando son estrictamente necesarias. En algunas reseñas han dicho que soy "parco de palabras", "que dejo al lector frente a frente con sus propias incertidumbres emocionales", "que no todo es lo que parece ser", incluso una reseñadora escribió que yo solo levanto un armazón, y el resto debe ponerlo el lector. Hace ya muchos, pero muchos años que mi premisa es que son más importantes las emociones que mi escritura genera en el lector que las mías, incluso cuando estoy contando una historia sobre un tema me carcome por dentro. Pero te aclaro que es mi modo personal de escribir, y no significa que otras formas estén mal.
Aquello de la lengua quemada, es lo que yo llamo "ambigüedad", y que también mencionó Borges en una de sus entrevistas: No recuerdo muy bien… Pareciera como si… O simplemente una frase con varias interpretaciones. Pero todas las ambigüedades DEBEN resolverse al acabar la narración, deben cobrar su sentido definitivo.
Sobre el asunto del tema, es la pregunta que hago en todos los talleres cuando acabamos de leer una historia: ¿Cuál es el tema, de qué va la historia?
Ahora me voy, pero volveré por tu blog. Ya lo he puesto en mis fav.
Un abrazo.
Hola, de nuevo, VIctor. Hoy que tenía un rato de "ocio", me he quedado paeando por tu blog.
Honestamente, no entiendo cómo este artículo no tiene comentarios. Es buenísimo, y toca la fibra de un tipo de literatura que deja al lector todas las respuestas emocionales.
De hecho, me siento identificado. Cuando escribo, casi no uso adverbios ni adjetivos que puedan interpretarse como una valoración personal. Las descripciones de los personajes las uso solo cuando son estrictamente necesarias. En algunas reseñas han dicho que soy "parco de palabras", "que dejo al lector frente a frente con sus propias incertidumbres emocionales", "que no todo es lo que parece ser", incluso una reseñadora escribió que yo solo levanto un armazón, y el resto debe ponerlo el lector. Hace ya muchos, pero muchos años que mi premisa es que son más importantes las emociones que mi escritura genera en el lector que las mías, incluso cuando estoy contando una historia sobre un tema me carcome por dentro. Pero te aclaro que es mi modo personal de escribir, y no significa que otras formas estén mal.
Aquello de la lengua quemada, es lo que yo llamo "ambigüedad", y que también mencionó Borges en una de sus entrevistas: No recuerdo muy bien… Pareciera como si… O simplemente una frase con varias interpretaciones. Pero todas las ambigüedades DEBEN resolverse al acabar la narración, deben cobrar su sentido definitivo.
Sobre el asunto del tema, es la pregunta que hago en todos los talleres cuando acabamos de leer una historia: ¿Cuál es el tema, de qué va la historia?
Ahora me voy, pero volveré por tu blog. Ya lo he puesto en mis fav.
Un abrazo.
Sí, la verdad es que yo también pertenezco a la “escuela” de la escritura peligrosa. Más que a cualquier otra, al menos. Hay cosas que no comparto del todo, pero al mismo tiempo entiendo cuál es la razón que subyace detrás. Como escritor, también intento no introducir valoraciones subjetivas en mis historias, cosa harto difícil. Y en ello estamos.
Me alegro de que te haya gustado esta entrada. ¡Un abrazo!
¡Saludos! Buscando en Google por “Onetti” me he encontrado con esta publicación acerca del minimalismo en la escritura. Me ha parecido muy interesante. En especial lo referente al tratamiento de la escritura de escritores consagrados, como si de una autopsia clínica se tratara. Comparto la opinión de Néstor Belda sobre la escasez de comentarios. Está claro que pocos lectores disfrutan de la incertidumbre en los relatos. Prefieren una trama lineal que los lleve a un puerto tranquilo, sin sobresaltos ni temores. Leer un texto con tensión, dos o más subtramas y, para guinda, incertidumbre por doquier, es un reto agotador para muchos que prefieren la longitud de una novela. Gracias por su blog.
Hola, Manuel. Perdona, pero se me había pasado tu comentario. Los relatos son un placer que parece que está reservado a unos pocos. No sé por qué. Las tramas lineales son muy cómodas, y ayudan a relajar la mente pero, obviamente, la literatura da para mucho, mucho más. A veces da un poco de lástima que la gente no quiera ir un paso más allá.
¡Un saludo!
Gracias.