Relato de enero: los lobos

Esta es la primera entrada correspondiente al reto de los doce relatos que planteé hace unos días por aquí. El reto en sí no tiene ningún misterio: son doce meses que corresponden a la escritura de doce historias, y doce entradas en esta web donde iré comentando la experiencia a modo de bitácora personal, pero también para satisfacer el interés de los curiosos.

He decidido dividir estas entradas mensuales en dos partes: en la primera hablaré del relato en sí, de su concepción, de cuestiones estilísticas o cualquier otra cosa que me venga a la cabeza. Incluiré también algún que otro fragmento si lo considero pertinente (como ha sido el caso aquí), pero sin abusar. En la segunda parte hablaré del reto en general y de las facilidades o problemas para completarlo.

Si tú también estás participando puedes hacérmelo saber en los comentarios, indicando el enlace de tu blog con la entrada correspondiente (si es que tienes). Y si no, también puedes escribir para contarme cualquier cosa, dar ánimos, ofrecer consejo, quejarte… En fin, lo que te venga bien.

El relato de enero se titula «Los lobos».

Vamos allá.

Sobre el relato de enero

El cuento de este mes tiene su origen en mi abuela, que tenía demencia vascular. A veces iba a visitarla por las tardes a casa de mis tías y en una ocasión, cuando iba a marcharme tras haber anochecido, me observó muy seria y murmuró:

«Ten cuidado con los lobos. No dejes que te atrapen en el camino de vuelta a casa».

Supongo que estaba rememorando algún miedo atávico de la infancia, un recuerdo de su pueblo, de una oscuridad que mi generación urbanita, aquellos nacidos y bautizados bajo la luz de neones y halógenos, nunca ha experimentado. Muchos años después, yo volvería a acordarme de estas palabras para pasar a escribirlas a mi cuaderno de ideas. Encontrármelas cuando lo hojeaba hace unos días fue el disparador del relato de enero.

Aquel aviso se repetía todas las tardes de forma invariable. Cuando volvía a casa, a menudo me imaginaba una manada de bestias con el pelo crespo y gris, ojos incendiados de luna y lenguas colgantes que descendían por el bulevar de la calle Toledo, entre coches aparcados, taxis blancos y bicicletas. Cruzaban por delante de la farmacia veinticuatro horas, la tienda de todo a un euro regentada por chinos y el taller mecánico.

Otras veces, pensaba: abuela, ya no quedan lobos en el mundo. Vosotros os encargasteis de matarlos a todos.

Esta anécdota sirvió de hilo conductor para articular el relato. Hay algunas pinceladas autobiográficas más, pero la historia se aleja enseguida de mis experiencias para plantear un conflicto generacional, que en el fondo es lo que quería contar.

Tras unas cuantas revisiones decidí eliminar algunas frases lapidarias del último tramo porque quería huir de los finales efectistas y soterrar el conflicto a la manera de la técnica del iceberg de Hemingway o de los relatos de Carver. En ese sentido estoy bastante contento y por lo menos me ha ayudado a salir un poco de mi zona de confort.

Por el contrario, la estructura no me satisface del todo. El resultado final está más cerca de la confesión que de la narrativa, y aunque no tenga nada de malo, es algo que pretendo atajar en el futuro. El relato de febrero irá en otra dirección.

 

Impresiones sobre el reto de los doce relatos

Tras superar con éxito la primera etapa del reto, reconozco que la experiencia ha tenido resultados tanto positivos como negativos.

Entre lo positivo destaca lo fácil que me ha sido retomar la dinámica de la escritura y cumplir el reto en sí. Estas cosas tienen que poder ser realizables o solo sirven para generar frustración. Además, no todos los meses el relato será tan corto o tendré la misma cantidad de tiempo para dedicarle. Así que, en este sentido, considero el experimento un éxito.

La contrapartida negativa es que me he dado cuenta de que el reto no es útil para cumplir varios de los objetivos que me había propuesto. A saber:

1) Terminé la primera versión del relato en solo dos días. Ese fue todo el tiempo que pasé escribiendo a mano en el cuaderno. El resto lo invertí en la transcripción y en las revisiones, que se alargaron unos seis o siete días más. Es decir, tiempo de ordenador, que era lo que no quería.

2) Relacionado con el punto anterior, es verdad que Los lobos es muy corto (2.200 palabras en su versión definitiva), pero ningún relato va a permitirme escribir a diario a menos que tenga la extensión de una novelette, lo que implica mucha más planificación y una inversión de tiempo exagerada. No es ese el objetivo.

A pesar de esto, he decidido persistir con el reto sin realizar ningún cambio. Aunque no sirva para mantener una rutina de escritura diaria, sí me parece útil como motivación (culminar un proyecto en unos pocos días) con la ventaja de que aún deja bastante tiempo libre para otros asuntos.

Eso sí, nadie me había explicado lo mucho que manchan las plumas estilográficas. Me temo que me voy a pasar todo 2020 con los dedos sucios de tinta.

2 comentarios

  1. Muy interesante el reto y las impresiones. Me quedo con la curiosidad de leer el relato, jeje. Y no participo porque ya voy con dos relatos al mes en mi blog, y siempre recuerdo unas palabras de mi madre que me dice que quien mucho abarca, poco aprieta. Pero me parece una idea muy original y útil y me estaré asomando por aquí para enriquecerme. Enhorabuena y gracias. 😉

    1. ¡Gracias, Adela! Quién sabe, quizá algún día puedas leerlo, aunque en principio el cuento de este mes se ha quedado en un simple ejercicio. Tu madre es una mujer muy sabia (yo ya he fallado el reto en febrero, así que a ver si consigo recuperarme en marzo con dos relatos en vez de uno).

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