El reto de los doce relatos

Empieza el año, y con él también los diversos retos literarios, que concluirán con mayor o menor fortuna. Los hay de todo tipo, de comprar más libros de autoras o de atracarse con los episodios nacionales de Galdós, de leer menos blogs, de escribir no sé cuántas palabras al día, y un largo etcétera.

Hace tiempo me posicioné con bastante dureza en contra de las competiciones de libros leídos, particularmente contra las famosas listas de Goodreads. Quizá los años tamicen el carácter, porque hoy no lo veo de forma tan negativa, siempre y cuando la obsesión por cumplir dichos objetivos no se convierta en un problema patológico. Solo son pequeños retos que nos marcamos, listas de deseos para el año entrante. Si nos ayudan a sentirnos un poco mejor con nosotros mismos, bienvenidos sean.

Por ejemplo, uno de mis blogs favoritos, En la lista negra, Érica Couto acaba de plantear el reto #Fantalit2020, que consiste en leer un relato al día durante todo el año entrante. Aunque me temo que para mí resulta imposible mantener semejante ritmo, pienso estar muy atento a las reseñas mensuales de Érica, aunque solo sea para seguir engordando mi lista de lecturas pendientes.

El reto de los doce relatos

A tal punto llega mi sintonía con esta práctica de los «retos», que este 2020 he decidido elaborar el mío, personal y a mi medida. El motivo es que quiero retomar la práctica de la escritura diaria, la cual he ido perdiendo a lo largo de la segunda mitad del 2019. Este año apunta a que el volumen de trabajo va a concentrarse en realizar revisiones de viejos manuscritos, pero si me mantengo fiel al reto, al menos mantendré la costumbre de juntar palabras y podré sentirme escritor siquiera treinta minutos al día.

Es muy posible que estés familiarizado con lo que se viene denominando «el método de Ray Bradbury», que consiste en escribir un relato a la semana durante un año bajo la premisa —falaz a todas luces— de que es imposible escribir cincuenta y dos malos relatos seguidos. Sin embargo, el objetivo que he decidido marcarme, mucho menos ambicioso, consiste en planificar, escribir, terminar, revisar y editar un relato al mes. Doce meses, doce relatos.

Desde el principio he tenido claras una serie de reglas con las que pretendo poner ciertos límites a la tarea. Son estas:

1) Una de mis intenciones principales es comentar el proceso de creación de cada uno de los relatos en este blog. Por eso habrá una entrada sobre el relato de enero, otra sobre el de febrero, y así sucesivamente hasta llegar a diciembre. No puedo adelantar el contenido exacto de estas entradas, porque ni yo mismo lo sé, o si resultará útil para vosotros o solo para mí (o ni siquiera para mí). Supongo que iremos descubriéndolo juntos sobre la marcha.

2) Otro de mis objetivos es que la escritura de estos relatos sea profundamente inservible; que a priori no sirvan para nada más que para ser materializados en negro sobre blanco. No quiero relatos ambientados en un mismo universo, o interconectados entre sí de forma que puedan organizarse en una antología cuando acabe el trabajo. Tampoco quiero relatos que estén limitados por las bases de ningún concurso. Lo que busco es libertad absoluta en extensión, temática y tratamiento.

3) Por último, quiero que la escritura de estos doce relatos se convierta en una actividad independiente de cualquier otra relacionada con la escritura en la que me embarque a lo largo del 2020. Es decir, si en algún momento vuelvo al conteo de palabras diario como he hecho durante otros años, el relato no cuenta. Es un extra.

La búsqueda constante de motivación

Por este motivo también quería que el propio acto de escribir los relatos fuera distinto, y eso me llevó a abandonar el procesador de textos.

Llevo tiempo tratando de buscar alternativas a las pantallas. El año pasado empecé a utilizar una vieja máquina de escribir de mi padre para algunos de mis trabajos. Ni siquiera es eléctrica y es un absoluto martirio —por eso nadie las utiliza ya— pero de vez en cuando el cambio resulta divertido e inspirador.

Para este reto quería volver a la escritura a mano, pero necesitaba motivación, así que como regalo de reyes pedí una pluma estilográfica. He descubierto que el mundo de las plumas es como el de las guitarras, pues existen todo tipo de modelos que llegan a alcanzar precios prohibitivos. Al final me cedieron una pluma ligeramente biselada que en teoría sirve para hacer caligrafía pero que a mí me encanta para escribir a vuelapluma y, por mi cuenta, adquirí otra de grosor medio con cargador universal y un estuche de madera muy bonito.

El cuaderno lo tenía por casa y también fue un regalo. Siempre utilizo uno tipo Moleskine para anotar ideas cuando leo o estoy fuera de casa. Este nuevo cuaderno es distinto y por eso me gusta: el formato, más apaisado, permite más palabras sin necesidad de saltar de línea.

Si bien mi cuaderno habitual es un caos de ideas para diferentes proyectos, este va a estar reservado exclusivamente para el reto de los doce relatos al año.

Mis dos cuadernos de trabajo y las dos plumas. La biselada es la que no tiene caja.

Si quieres apuntarte al reto…

Este es un reto personal pero, si te parece interesante, no dudes en apuntarte. Si quieres, también puedes añadir un comentario aquí abajo con la dirección de tu blog para que todos podamos estar al día de los progresos de los demás. Y si estás haciendo otro reto distinto, puedes compartirlo también.

Nos vemos en la entrada con las impresiones correspondientes a enero, que publicaré a finales de mes. Mientras tanto ¡id afilando los buriles y el ingenio!

4 comentarios

  1. Jo, me parece un reto estupendo y, sobre todo, estimulante y abordable. Tampoco a mí me convencen las carreras centradas en acumular títulos. Mal vamos cuando el disfrute acaba por convertirse en obligación y fuente de angustia.
    Pues eso, mucha suerte y a por ello.
    Y qué alegría ver mencionado por ahí al #Fantalit2020. ¡Mil gracias!

    1. Muchas gracias, Erica, también por tu comentario. Sigo tu web desde hace ya años y tus contenidos siempre me han parecido muy interesantes. Como casi nunca comento artículos de otros blogs, mi presencia suele pasar inadvertida, pero siempre que puedo intento promocionar los textos y proyectos con los que disfruto, como es el caso de “En la lista negra” y “Todo Tranquilo en Dunwich”. ¡Un abrazo!

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