Los personajes, entes vivos

No es la primera vez que en esta web se trata la cuestión de los personajes, de cómo crearlos y cómo desarrollarlos, y más fundamentalmente, «qué son» y «cómo debe tratarlos» el novelista. Aquí se ha hablado de estereotipos y somatotipos, se ha propuesto un método de creación de personajes a través de un eneagrama y se ha hablado de cómo están sometidos a algo que, a falta de una denominación mejor, hemos decidido llamar karma narrativo, entre otras muchas cuestiones.

En cuanto a este último punto —cómo tratar a los personajes— hay dos posiciones antagónicas y difícilmente reconciliables. Por un lado están los que los consideran criaturas cuasi-vivas, que parecen adoptar una existencia independiente más allá de la novela, que a veces cuestionan las decisiones de su creador y toman las riendas de la trama. Por otro, se encuentran aquellos que tratan a los personajes como otro aspecto más del diseño, como podría ser el entorno, el estilo o la estructura.

Yo a menudo me debato entre un punto de vista y el otro, incapaz de tomar partido. Es cierto que los personajes que surgen de nuestras plumas suelen nacer primero como una pieza más, un constructo utilitario que moldeamos a nuestro antojo, con frecuencia un vehículo del aparato narrativo. Uno tiene la idea y luego piensa: «Necesito un villano» o un «interés amoroso» o un «compañero de aventuras», o quizá un «viejo profesor» que ayude a clarificar ciertos fundamentos de química que el lector necesita conocer.

Con frecuencia, los personajes también se convierten en un mecanismo para dar más énfasis al tema literario. Parafraseando a Miriam Allot, los personajes son Homo Fictus, un elemento importante, pero no único, en la declaración o tema de una novela. ¿No es Ahab primero y ante todo una representación de la obsesión humana? ¿No es Emma Bovary una manifestación del individualismo, del triunfo de lo terrenal por encima de lo espiritual?

Son muchos los autores que veían a sus personajes bajo esta óptica utilitarista. Ya he mencionado alguna a vez a John Cheever a este respecto. En una entrevista, decía que:

«La leyenda de que los personajes pueden escaparse de las manos de su autor –irse a tomar drogas, someterse a operaciones sexuales y convertirse en presidentes- implica que el escritor es un tonto sin conocimiento o maestría sobre su propio trabajo. Es absurdo. Claro que cualquier ejercicio estimable de la imaginación se funda en lo complejo y lo rico de la memoria, de modo que puedes sacar provecho de saber expandirte – giros sorpresivos, respuesta a la oscuridad y a la claridad-, sobre todo en cuanto a lo vivo. Pero la idea de que un escritor corra desesperado detrás de sus cretinas invenciones me parece deleznable.»

John Cheever – The Paris Review Interviews (1976)

Desde este punto de vista, los personajes son como títeres en manos del escritor, y por eso tal vez una anécdota sobre títeres sea la más adecuada para ejemplificarlo. Frank Oz decía de Jim Henson —el famoso marionetista creador de los muppets— que este sentía un gran respeto por su arte, pero que para él la marioneta solo era un medio para un fin:

«Si hacía una demostración en vivo, no le importaba que la gente viera cómo introducía su mano en el muppet, y no intentaba mantener la ilusión de que el muppet estaba vivo una vez se lo había quitado del brazo. Un típico marionetista acabaría su espectáculo haciendo que la marioneta dijera algo como “tengo que irme a dormir, así que me voy a meter en mi casita”. Jim solucionaba el problema de forma diferente. Sacaba el muppet de su brazo y lo ponía en una caja. Era como si quisiera que los muppets aceptaran que solo son marionetas: “Sé que soy una marioneta. Sé que no tengo piernas. ¿Y qué? Tengo mis limitaciones, pero mira todo lo que puedo hacer.”»

La diferencia entre arriba y abajo, Josep Busquet, Camaleón, 2004

Sin embargo, también hay artistas que tienen una relación completamente distinta con sus personajes. Ocurre, en ocasiones, que los personajes surgen de la nada perfectamente formados y piden contar su historia. Es el caso de Conan el bárbaro; Robert E. Howard admitió que el personaje simplemente surgió en su cabeza durante un viaje a una región del sur de Río Grande y no formó parte de ningún proceso consciente. «Sencillamente se manifestó completamente formado a partir de la nada y me hizo poner escrito todas sus aventuras.»

Lo que quiere decir Howard no es que Conan fuese real y le obligase a escribir, como parece interpretar John Milius (el director de la primera película sobre el bárbaro), sino que las historias de Conan están supeditadas a la naturaleza del personaje y no al revés, y que el nacimiento del personaje en la cabeza de su autor le motivó para escribir después de una etapa de bloqueo literario. «El personaje tomó posesión completa de mi mente y la llenó de propósitos narrativos. Cuando intentaba escribir sobre cualquier otra cosa, no podía. No quiero que esto suene como algo esotérico o propio del ocultismo, pero es lo que ocurrió.»

(Alguno quizá haya enarcado la ceja cuando, después de citar a Cheever y mentar a las criaturas de Melville y Flaubert, le vengo ahora a poner ejemplos de marionetas de felpa y bárbaros hybóreos; peor para él).

A pesar de que considero que los personajes son solo instrumentos o recursos destinados a configurar un elemento mayor —la novela—, también creo que, a medida que convives con ellos, adquieren un numen y una identidad.

En cierto sentido, acaban por volverse únicos. Sus pensamientos se hacen intransferibles, y en cierto modo perdemos control sobre ellos, quizá no escapando por completo a la voluntad de su creador, pero sí colaborando con él para encajar de forma más orgánica en su obra, ayudando al escritor a redondear la trama.

Contradiciendo a John Cheever, incluso es posible que nuestros personajes decidan irse a tomar drogas, se sometan a operaciones sexuales y se conviertan en presidentes.

Yo creo que es fácil, de hecho, a poco que nos despistemos.

Un comentario

  1. Buenas Víctor:
    Muy buen post y buen trabajo.Te has documentado y eso aporta mucho al texto . Yo soy los de que aparece el personaje en mi cabeza y va demandando un escenario y una historia( me salen mandones jajajaja).Y como dices me sorprende que van tomando su camino independientes de lo que tenias pensando. Un abrazo!

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