¿Por qué fracasan la mayoría de las series de TV?

Hace ya años que las series copan el mercado del entretenimiento, como si se hubieran convertido en el nuevo estándar narrativo. He oído decir que las series son «las nuevas novelas» (con un contenido parecido pero en un formato audiovisual) y en parte coincido porque la ficción seriada se extiende a lo largo de muchas horas y permite una profundidad en el desarrollo de los personajes y de las tramas que pocas veces puede alcanzarse en el cine por una sencilla limitación temporal.

Hay incluso quien dice que la novela está muerta y que las series de televisión son el futuro, o más bien el presente.

Sin embargo, a mí no me gustan las series.

Sé que es una opinión impopular, pero es cierto. Cada vez veo menos series y las disfruto poco. Me parece que la mayoría de las series fracasan. No cabe duda de que hay algunas que son auténticas obras maestras (Breaking Bad, True Detective, Fargo, Los Soprano, etc.) pero otras muchas me parecen profundamente decepcionantes.

Lo he estado meditando durante un tiempo y creo que en mi desilusión hay algo más que la simple regla de Sturgeon (la que dice que el 90% de todo es mierda).

Y he llegado a la conclusión de que el mayor problema que tienen las series es precisamente su longitud.

En primer lugar no tengo ganas de quedarme pegado a una pantalla durante días. Hay una web infernal llamada tiii.me donde puedes calcular todo el tiempo que vas a invertir viendo una serie, o el que has perdido viéndola.

Puedes hacer la prueba. Por ejemplo, yo he perdido 3 días y 18 horas solo viendo Lost.

(Luego la gente siempre está ocupadísima y no tiene tiempo para leer, por supuesto).

Casi cuatro días… que acabaron volviéndose largos como 4.815.162.342 segundos.

Pero aparte de esto, y tras meditarlo un poco, he descubierto que el principal problema de las series está en su longitud y cómo esta acaba afectando al desarrollo de los personajes. Si bien no es el único motivo, sí que me parece uno de los más importantes.

Cuando un personaje resuelve su conflicto interior, muere

«Los personajes solo tienen una historia, y todo intento de contradecir esto es mentira».

Esta es una cita de John Yorke, y fue la que me dio la clave. Este productor de series de TV británica considera que el drama exige que los personajes cambien, pero cuando este cambio se produce de forma efectiva y el personaje evoluciona, entonces «muere» como tal y pierde todo el interés. Además, el arco de transformación del héroe es paralelo a la trama de la obra. Cuando la transformación del héroe se ha completado, la historia concluye de forma orgánica.

Sin embargo, es falso que todos los protagonistas necesiten un arco de transformación como tal. Quizá esto daría para otro artículo, pero creo que puedo resumirlo de forma solvente en unos cuantos párrafos con una clasificación de tipos de protagonista en función de su desarrollo a lo largo de la historia. La he basado parcialmente en las teorías de Dramatica (que, por cierto, son fascinantes), pero he modificado un poco la terminología y las definiciones, y además he añadido la posibilidad de crear historias con protagonistas que no pertenecen a ninguno de los dos primeros grupos. Tal como está, la clasificación refleja bastante mejor mi propia forma de entender las historias.

Yo identifico estos tres tipos de protagonistas:

Personajes con arco de transformación: El personaje se expone a la aventura, esta le transforma y, en consecuencia, el personaje acaba transformando también al mundo. Es el tipo de héroe típico al que los espectadores y lectores occidentales estamos más habituados, y también el que aparece representado en el ubicuo viaje del héroe de Christopher Vogler.

Luke Skywalker o Bilbo Baggins son ejemplos de personajes con un arco de transformación, pero también Walter White, de Breaking Bad, Dorian Gray o Tony Montana de Scarface. Es decir, que el arco de transformación no tiene por qué ser positivo; también puede suponer la caída en desgracia del personaje y el cambio a peor del mundo que lo rodea.

Personajes inmutables: El personaje tiene un conocimiento o una verdad. El mundo intenta cambiarlo para que abandone su objetivo y solo su determinación le permite mantenerse firme y fiel a sí mismo. Este «conocimiento» o «verdad» del personaje es el que acaba modificando el mundo a su alrededor.

Este es un héroe típico de las series de anime, como Dragon Ball, Captain Tsubasa, Naruto, One Piece, o My Hero Academia. En occidente, también nos encontramos cómodos con estos personajes en las historias de venganza: por ejemplo, Gladiator o El Cuervo.

Personajes sin arco: Sherlock Holmes, Indiana Jones o James Bond son personajes que no sufren ningún proceso de transformación. Terminan exactamente allí donde empezaron —eso sí, después de haber cumplido su objetivo— sin que nada haya cuestionado su visión del mundo. En En busca del arca perdida, Indiana Jones no cree en la existencia del arca de la alianza, en El templo maldito insiste en que las piedras lingam no tienen ningún poder, en La última cruzada cree que la búsqueda del grial es inútil y duda de los poderes psíquicos en El reino de la calavera de cristal.

Yo no he aprendido nada de nada.

El problema de las series y los personajes con arco de transformación

La mayor parte de las series actuales se basan en personajes con arco de transformación, porque suelen ser los que causan más impacto en los espectadores. Sin embargo, de los tres tipos de héroes, estos personajes también son los que se queman más fácilmente en un formato de largo recorrido como son las series de TV.

Voy a tratar de explicar por qué pienso así:

Los personajes sin arco eran muy habituales en las series más antiguas, y siguen estando de moda en determinado tipo de ficción, generalmente en las sitcoms, en los policiales procedurales a lo CSI, etcétera.

Lo bueno de este tipo de series que se pueden alargar de forma potencialmente infinita sin detrimento de calidad o de interés. Existen tantos capítulos como situaciones cotidianas, casos a resolver, crímenes o gags, y la serie solo morirá cuando las tramas empiecen a repetirse o pierdan su esencia.

La contrapartida negativa es que, si el espectador se pierde un capítulo, tampoco pasa nada; todo seguirá igual la semana siguiente. Y las cadenas de televisión y las plataformas digitales como Netflix o Prime lo que buscan es fabricar una droga que nos mantenga atrapados en el sofá y pagando regularmente nuestra cuota mensual.

Después tenemos los personajes inmutables, la segunda mejor opción para poder alargar una serie ad eternum (los miles de capítulos de Dragon Ball, Naruto y One Piece dan fe de ello). En este caso el personaje no cambia y, al mantenerse firme en sus ideales, consigue cambiar todo lo demás.

Personajes como Gokuh o Naruto inspiran a aquellos que están a su alrededor (para ser más fuertes, para ser mejores, o lo que sea) y por lo tanto su convicción modifica el mundo que los rodea.

De esta forma, mientras el personaje se mantenga fiel a su naturaleza, la serie puede extenderse durante mucho tiempo, siempre y cuando los retos que se le planteen al protagonista sean cada vez mayores.

Por último, tenemos los protagonistas con arco de transformación. Estos personajes empiezan negando su naturaleza, o bien tienen un dilema, problema o conflicto interno que deben resolver.

La estructura del viaje del héroe a la que estamos tan acostumbrados fuerza al héroe a confrontar este problema y, por último, resolverlo. Pero la resolución altera la naturaleza del héroe. En este punto la historia ha terminado y no tiene sentido seguir.

Pasa lo mismo con los cómics de superhéroes, en algunos casos elevado a la enésima potencia. Marvel tiene un problema importante con sus colecciones: cada vez que quiere cambiar algo, los fans envían cartas amenazadoras y las ventas se resienten.

¿Cómo puedes mantener un arco de personaje como el de Spiderman a lo largo de cincuenta años y ochocientos números?

Posibles soluciones

Las series con protagonistas con un arco de transformación siempre nacen con una fecha de caducidad o, por ponernos algo más cáusticos, un mecanismo de autodestrucción.

A menudo se utiliza el arco del personaje como una especie de «gancho narrativo» que sirve para conectar una historia con la siguiente, de modo que el lector/espectador mantenga el interés cuando una trama llega a su fin y empieza la siguiente. Los guionistas necesitan dosificar los elementos de la trama con mucho cuidado para no resolver los conflictos de sus personajes demasiado pronto, pero al mismo tiempo deben hacerlos lidiar con sus problemas y solucionarlos para que el espectador no pierda el interés.

Esta tensión entre ambas cuestiones es evidente en muchas series, sobre todo a partir de la segunda o tercera temporadas. En la primera temporada, el objetivo es casi siempre obtener la renovación de la serie, y por eso los guionistas ponen toda la carne en el asador, a menudo resolviendo parcialmente el conflicto del protagonista. Por eso, a partir de la segunda o tercera temporadas, muchas series se desinflan.

Si los guionistas supieran de cuántos episodios va a constar su serie, podrían ajustar la evolución de sus personajes en consecuencia. Sin embargo, esto suele ser imposible porque los guionistas no saben si una serie será renovada o no al año siguiente.

Por eso, en formatos de largo recorrido como las series de televisión o los cómics, los creadores se enfrentan con un problema cuyas soluciones casi siempre acaban siendo poco satisfactorias.

Veamos unas cuantas posibilidades.

Aleatoriedad

Una mala solución es la adoptada por Lost o Héroes. Cuando la longitud de estas series comenzó a extenderse, los guionistas se enfrascaron en una huida hacia adelante.

En el caso de Lost introdujeron nuevos enigmas y elementos discordantes. Con Héroes, sin embargo, cambiaron las motivaciones de los personajes de forma aleatoria. Alguien podía comportarse como «uno de los buenos» en un capítulo y como un villano en el capítulo siguiente, y volver a ser un héroe en el próximo, solo por crear golpes de efecto y mantener el interés del espectador sin necesidad de provocar cambios duraderos en la dinámica de la serie.

Ni que decir tiene que traicionar la esencia de los personajes no es la mejor forma de ganarse el respeto del espectador.

Resistencia al cambio

Otra posibilidad es bloquear el cambio de los protagonistas, de forma que nunca aprendan de sus errores. Este es un recurso que se utiliza con bastante frecuencia. En Expediente X, la agente Dana Scully siguió siendo una escéptica temporada tras temporada, a pesar de enfrentarse a alienígenas, hombres lobo, poseídos y fantasmas todas las semanas. A menudo, Scully se quedaba inconsciente justo cuando aparecía el monstruo, pero con el paso del tiempo el asunto pasó a ser casi una broma (como la tensión sexual entre ambos protagonistas).

Ojos que no ven…

Los guionistas lo sabían perfectamente, pero si resolvían el conflicto entre Ciencia y Fe que caracterizaba a Scully y terminaban con su escepticismo, no solo mataban la esencia del personaje, también su dinámica con Fox Mulder.

Al final resolvieron el arco de Scully cuando ya no quedaba más remedio, y la serie se resintió. Para paliar un poco el desastre, cuando Mulder desapareció, Scully pasó a adoptar su papel como «creyente», pero para entonces la serie había dejado de ser interesante.

Aceptación del cambio

Otra posibilidad es aceptar el cambio en el personaje. El arco termina cuando tiene que acabar y punto. Esto sería lo ideal. Pero, con la excepción de milagros como Breaking Bad o las producciones «auto-contenidas» como las de la BBC, la mayoría de las series seguirán adelante y acabarán decepcionándonos antes de concluir.

Cuando un arco de personaje concluye pero la serie no, pueden ocurrir dos cosas:

Los guionistas buscan otro nuevo arco para el personaje. John Yorke dice que cada personaje solo tiene una historia, y por eso creo que esta solución funciona a veces, pero otras tantas no. El nuevo arco dramático del personaje no puede traicionar su esencia, y el primer arco suele estar relacionado de forma indisociable con el tema de la serie. Si cambias el arco dramático del protagonista, también cambias la serie.

La otra posibilidad es hacerle olvidar lo aprendido. Esto es muy frustrante para el espectador que, además de perder el interés, suele acabar odiando al personaje.

Series río y cambios de foco

La inmensa mayoría de las series suele tener un protagonista más o menos claro, pero también son obras corales con muchos personajes. Estos se utilizan para apoyar el arco dramático del protagonista y suelen ser muy útiles para alargarlo si es necesario.

También están las sagas familiares o las series «río» como podría ser Juego de Tronos donde, si bien hay personajes con  más peso que otros, en realidad se nos presenta un elenco grande con una importancia similar, de modo que el desarrollo se ralentiza sin que el ritmo decaiga.

Incluso hay ocasiones en las que se cambia por completo de personajes para alargar la vida de la serie, como durante muchos años ha sido el caso de Doctor Who y recientemente (creo) también el de Vikings.

Conclusiones

Los novelistas no suelen tener este tipo de problemas, salvo que pretendan escribir una saga sin haberla planificado de antemano. Sin embargo, creo que prestar atención a estas cuestiones nos puede ayudar a mejorar.

Al estudiar por qué fracasan la mayoría de las series de TV no solo estamos analizando los tipos de protagonistas posibles, también estamos viendo la importancia de su arco dramático y cómo se halla intrínsecamente vinculado al desarrollo de la historia. Y, de cada una de las soluciones que adoptan los guionistas para solventar estos problemas (las buenas y las malas), podemos aprender valiosas lecciones para seguir mejorando y puliendo nuestras historias.

Un comentario

  1. Hola,

    Voy a empezar por lo más importante de todo: ¡el tiempo invertido en ver LOST no es tiempo perdido! Es la mejor serie del mundo mundial. No por su final (emotivo pero que te deja igual o peor a nivel explicativo… pero que te caen lagrimones), sino por esa huida hacia delante, Más cosas, y más cosas… ya llega un momento en que te da igual todo, aquello es surrealista por completo (o “churrealista”) y sólo quieres que llegue el final del capítulo par ver qué se les ocurre de cara al siguiente.

    Pero sí, la temporada última fue pésima. Aún así, sigue pareciéndome una maravilla (mejor is Jack hubiese muerto al estrellarse el avión, y Locke también).

    A mi sí me gustan las series, pero no todas, claro. Tal y como lo cuentas: ahora hay series producidas a una velocidad tremenda y que se estiran demasiado, cuando serían mucho mejores si se limitaran a una temporada. Con tanta oferta resulta difícil elegir alguna; más que elegir, a mí me resulta difícil “comprometerme”, porque sé que las series estadounidenses empiezan con una historia y trama y no se cortan en darle un giro al tercero cuarto capítulo si ven que la cosa no va bien, con lo cual a veces empiezo alguna, no me gusta, pero acabo aguantando dos o tres capítulos más “por si acaso”.

    Y cuando hacen una serie buena, autoconclusiva (lo importante que se ha vuelto esa palabra cuando buscamos una serie para ver, ¿verdad?) acaban por estirarla más y más. Eso es insoportable.

    Me gusta mucho lo de los tres tipos de personajes. Hace tiempo hablaba con alguien sobre lo de la transformación de los personajes durante la historia. Yo decía que no era necesario y la otra persona me decía que sí, que era fundamental. Yo le dije ¿Y Scarlett O’Hara, por ejemplo? ¿Aprende algo, se transforma? Y ahí acabó la conversación. Creo que Scarlett sería un personaje sin arco. Acaba la novela repitiendo lo de “ya lo pensaré mañana”, igual que como empieza.

    Bueno, no me enrollo más. Un saludo!

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