Cuanto más pequeña la historia, más grande el tema literario

Decía Simon Ings que, «en ciencia ficción, cuanto más pequeña sea tu historia, de algún modo más grandes son los temas de los que trata».

Ings es un tipo del que no he leído ninguna novela y al que solo conozco por una entrevista. No sé ni quién es, pero me ha enseñado más sobre literatura que muchos manuales de escritura. En el pasado cité esta misma frase a raíz de un artículo sobre las ventajas de tener limitaciones. Allí defendía las historias pequeñas, sobre todo en géneros literarios como la fantasía o la ciencia-ficción.

Hoy quiero hablar de algo un poco distinto. De historias pequeñas dentro de historias más grandes, como una muñeca rusa.

Intencionalidad y azar en la escritura de ficción

Aunque Ings habla de la «ciencia-ficción», su aserto trasciende los géneros. Utiliza la ciencia-ficción, supongo, porque es el área que él trabaja, pero también porque en ciencia-ficción se suele lidiar con problemas a escala planetaria. A menudo, de hecho, el universo entero o múltiples universos acaban convertidos en el campo de juegos del escritor.

Con independencia del género, lo cierto es que en las buenas novelas nada parece quedar al azar. Todos los elementos se hayan conectados entre sí, no necesariamente por una relación de causa-efecto, sino por vínculos simbólicos o temáticos. En parte es otra forma de abordar el tema literario (o los temas) y un modo de entender cómo este es capaz de expresarse a través de una historia lineal.

Pero esta interconexión de elementos no se limita a eso. También tiene que ver con la macroestructura y la microestructura, con lo pequeño que encuentra su reflejo en lo grande y lo grande que encuentra su reflejo en lo pequeño. Es la climatología que refleja del estado emocional del protagonista (un cliché en los tiempos literarios actuales, pero que no siempre lo fue). Es el paciente de cáncer que lanza, distraído, una moneda al aire. Es el motivo por el que la historia B del método de Blake Snyder reproduce y complementa la historia A de tantos guiones cinematográficos.

Es, en definitiva, un diálogo que se establece en todas las buenas historias, una conexión entre entre lo monumental y lo insignificante, un hilo conductor que cohesiona la novela. La confirmación de una inteligencia extra-literaria, el escritor, con un plan maestro.

Sin embargo, esta relación también existe aun cuando no subyace plan alguno, pues creo que la posibilidad de conectar elementos es una inevitabilidad que surge del simple acto de escribir una historia. Un buen editor sabrá encontrar estas conexiones incluso cuando el propio escritor no sea consciente de ellas. El ser humano busca patrones en el caos, sincronicidades en hechos que no guardan conexión alguna, como pareidolias en las vetas de la madera o el mármol de las baldosas del baño.

Por eso toda historia —toda obra de arte, en realidad— admite múltiples interpretaciones, siquiera por serendipia.

Esta cualidad ineludible no contradice el hecho de que los buenos escritores hayan aprendido a trabajar con las piezas de sus novelas de forma que el encaje sea finísimo y que la historia se convierta un todo homogéneo en el que cada elemento funciona como el engranaje de una máquina casi perfecta.

El escritor que sabe de lo que quiere hablar, lo hace siempre más alto y más claro.

Historias pequeñas, grandes temas

Creo que todas las novelas tienen un cierto afán universalista, porque da igual el alcance de los elementos concretos de una historia: no importa si hablamos de reinos, imperios o galaxias. Lo importante es cómo encajan con los grandes conceptos: la justicia, el amor, la familia, la amistad, el odio, la venganza, quiénes somos y cuál es nuestro papel en el mundo. Incluso los héroes con capacidades más sobrehumanas esconden una dimensión humana. La escala puede ser enorme (el universo entero), el tema puede ser grandioso (¿qué significa ser humano? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Qué hay más allá de las estrellas?), pero las grandes preguntas siempre pueden responderse con una historia pequeña.

Lo cual nos obliga a retornar a la frase de Simon Ings antes de concluir: cuanto más pequeña la historia, más grandes los temas. La relación entre un padre y un hijo, un divorcio, un hombre aislado que debe sobrevivir en un clima hostil, una mujer que lucha contra una gran corporación, una familia que se enfrenta a la muerte, a la enfermedad, a un accidente. Estas relaciones interpersonales y tragedias cotidianas pueden contenerlo todo, ejemplificarlo todo.

O, con otras palabras: en literatura nunca se trata solo de un hombre obsesionado por dar caza a una ballena.

No tiene nada de malo que el héroe de tu novela quiera salvar el mundo, pero no olvides que quizá, en un sentido muy real, para algunas personas salvar su matrimonio equivale a salvar el mundo. Su mundo.

Ambas situaciones pueden combinarse en una misma obra de ficción para reforzar el tema literario o simplemente para añadir una dimensión humana, más cercana a los lectores.

Sea como sea, al final todas las historias son pequeñas, porque nosotros somos pequeños e insignificantes. Pero, al mismo tiempo, todas las historias son enormes, inconmensurables, precisamente porque nosotros somos pequeños e insignificantes pero tenemos el afán de ir más allá, de hacer preguntas de las que nunca podremos obtener respuesta, o de las que existen tantas respuestas como personas hay en el mundo.

4 comentarios

  1. Buenas Víctor:
    La grandeza de un buen escritor es saber hacer esas conexiones para que todo funcione a la perfección, que sea entendido por los lectores y que emocione y muchas cosas más, además como dices que abarque un tema general en uno particular.Muy buen post, se ve los trabajas y aprendo mucho con ellos.Un abrazo!!

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