Hoy voy a hablaros del concepto de «cerrado» y del ensayo Cómo se hace un cómic, de Scott McCloud. La primera edición es del 95, que fue más o menos cuando lo leería yo, con unos diez u once años; uno de esos libros fabulosos que, como tantos otros, me fascinó cuando todavía era incapaz de entenderlo del todo. Supongo que alguien me lo regaló porque me gustaba leer cómics, sin percatarse de que estaba poniendo en mis manos un libro de ensayo para adultos.
Fuera quien fuera, tengo que darle las gracias por su error. Creo que es una de las obras que más ha influido en mi forma de entender el arte, no solo el cómic.
El gutter y el cerrado en los cómics
En fin, en este libro Scott McCloud describe a la perfección cómo el lector rellena inconscientemente los espacios entre viñetas para establecer una continuidad y reconstruir la historia y sobre todo el movimiento, pues de lo contrario un cómic no sería más que una serie de imágenes inconexas y fragmentadas.
Para McCloud, el fenómeno por el que el cual el lector puede percibir las partes y comprender el todo se llama «cerrado». El espacio que separa dos viñetas de un cómic se conoce como gutter y es allí donde el lector rellena los huecos a través del cerrado. Os copio literalmente sus palabras (traducción de Enrique Abulí):
«Aunque no se ve nada entre las dos viñetas, la experiencia te dice que allí debe haber algo. Las viñetas de los tebeos fraccionan no solo el tiempo, sino también el espacio, ofreciendo un ritmo mellado y sincopado de momentos discontinuos. Pero el cerrado nos permite conectar esos momentos y construir mentalmente una realidad continua y unificada. Si la iconografía visual es el vocabulario de los cómics, el cerrado es su gramática. Y como nuestra definición de los tebeos depende la disposición de sus elementos… ¡puede decirse que en realidad el cómic es el cerrado!».
Un par de páginas después, McCloud admite que la intimidad que produce el cerrado en los cómics solo es superada por la que se produce en la palabra escrita.
La pregunta es: ¿Estás aprovechando todas las posibilidades que te ofrece el cerrado para desarrollar tu historia?
El concepto de cerrado en narrativa
En una obra narrativa, sin imágenes en las que el lector pueda apoyarse para construir una secuencia de acciones ordenadas, el cerrado es aún más poderoso que en el cómic, y McCloud, que es un genio, lo sabe de sobra.
A mí me gusta referirme a esto como el «foco». Muchas veces tendemos a pensar en el punto de vista y en la acción tal y como es percibida a través de los ojos de uno o varios personajes protagonistas. Como es lógico, solemos narrar con bastante exhaustividad todo aquello que sea relevante para la historia. Es decir, si nuestro protagonista se pelea, mostramos la pelea. Si nuestro protagonista asesina a otro personaje, lo enseñamos.
Sin embargo, se pueden crear efectos curiosos simplemente variando la posición del foco, retirándolo de ese lugar en donde consideramos que sería importante. Podemos no mostrar el crimen y dejar que el lector lo infiera. Imagina que tu protagonista está con su amigo, tomándose unas cervezas en el bar, hablando de cómo va a cometer el asesinato o de cómo odia a la víctima. En la siguiente escena, el mismo personaje deja un hacha ensangrentada en la leñera, u otro personaje se encuentra con un collar de la víctima colgando de una lámpara. El cerrado, y la capacidad deductiva del lector, hará el resto. Como bien dice McCloud, no hace falta mucho más para convertir al lector en asesino (o al menos en cómplice del crimen). La imaginación es siempre más poderosa que las palabras y un buen escritor debe saber utilizar el cerrado en su beneficio.
Podemos hablar del cerrado a nivel de acciones concretas, pero también ponemos descender al nivel del detalle. Decía Raymond Carver que no es tan importante lo que se dice como lo que no se dice, y si uno lee con atención la mayor parte de sus relatos —eso sí, sin pensar demasiado en el papel de su editor, Gordon Lish—, uno puede comprobar enseguida cómo este escritor es un maestro en el dominio del cerrado. No hay más que leer relatos como «vecinos» para darse cuenta.
Kubrick y los mode jerk
También podemos llevar todo este asunto del cerrado mucho más lejos, a ese par de saltos de línea que los escritores dejamos entre una escena y la siguiente, o al espacio que separa un capítulo del próximo. En esos saltos temporales pueden pasar dos segundos o millones de años, y se puede jugar con ellos para crear momentos interesantes. Y es que la ambigüedad que caracteriza la imaginación del lector —que nunca se trata de un receptor modélico, pero que colabora aunque no quiera con el escritor—, puede producir efectos curiosos en las historias.
Kubrick, por ejemplo, tomó de la literatura esta técnica para aplicarla a su cine, bautizándola como mode jerk. El objetivo último de esta técnica sería el siguiente: «Al obligar al espectador a asistir a cambios bruscos en el espacio y en el tiempo, estos mode jerks nos obligan a crear una continuidad por nosotros mismos de un modo subliminal, y así seamos capaces de comprender la narrativa de forma más amplia» (Struthers, J. M., A.I: Artificial Intelligence, Thames & Hudson, 2009).
Tenemos un ejemplo de esto cuando David empieza a reírse durante la cena familiar. En ese momento, la escena cambia repentinamente. Otro mode jerk, todavía más brusco, tiene lugar cuando David se queda atrapado bajo el agua. Aquí el salto temporal transporta al espectador dos mil años al futuro nada menos. Entremedias, aunque luego se describe someramente, lo cierto es que han tenido lugar tantos cambios que al lector/espectador no le quedará más remedio que rellenar los huecos con su propia imaginación.
El control del escritor sobre el «foco» —lo que acontece dentro del papel en el negro sobre blanco— y lo que transcurre fuera, define en buena medida el ritmo de la historia; incluso podría decirse que la historia en sí. Podemos estar bastante seguros de que Canción de hielo y fuego, de G. R. R. Martin no se trata de una novela de fantasía épica/heroica, entre muchas otras cosas porque, casi cada vez que va a tener lugar una gran batalla, el autor cambia de inmediato el foco. Más adelante, cuando nos fuerce a retomar el mismo hilo narrativo, lo único que encontraremos serán los cadáveres yaciendo en el campo de batalla o quizá una vaga mención o recuerdo a través de la boca de uno de los personajes. Quizá la intención de Martin no fuera esta (en alguna entrevista ha comentado que le resulta difícil escribir escenas de batalla), pero estos cambios bruscos de foco parecen sugerir un interés por la parte más personal o más humana del drama. En tanto J. R. R. Tolkien parece más preocupado por el destino y la salvación del mundo, Martin se centra en las pequeñas historias y en el arco de evolución de cada uno de sus múltiples protagonistas.
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En fin, esto solo es un puñado de ideas para intentar expresar la importancia que tiene el cerrado en la narrativa y las ambigüedades que puede generar en la reconstrucción de la historia que posteriormente efectúa el lector. El uso que cada uno haga de estas técnicas dependerá del género que trabaje y de las emociones, sensaciones y texturas que quiera expresar a través del texto.
¿Se os ocurren otras aplicaciones interesantes para aprovecharse del cerrado?
Escritor de ficción especulativa, slipstream y novela negra. Bloguero inquieto (e inquietante) también se dedica a la traducción y realiza informes editoriales. Le gusta desmontar historias para ver cómo funcionan por dentro, aunque luego no sepa armarlas de nuevo. Autor de Lengua de pájaros, Duramadre y Fantasmas de verde jade (todas con Obscura Editorial).
Al leer el artículo se me vino a la mente ese famoso cuento de Hemingway “Los asesinos”. En particular me parece fascinante porque todos los huecos están sujetos a interpretaciones del lector, además de que tiene una narrativa dinámica por los diálogos, y obliga a que nunca haya descanso entre párrafo y párrafo.
Últimamente me siento muy atraído hacia esa clase de literatura, en donde lo que no está escrito me diga más que lo que está en el papel.
Palabras geniales como siempre, Víctor.
¡Gracias! Sí, a mí también me pasa lo mismo. En la escritura, a veces tengo que forzarme para no explicarlo todo y dejar cierta libertad en la interpretación, pero al mismo tiempo no resultar absurdamente vago; diferenciar lo esencial de lo importante y lo importante de lo superfluo. Creo que es un equilibrio complicado. Digamos que hay que indicar el camino al lector para que no se pierda, pero también hay que resistir la tentación de llevarle de la mano.
Muchas gracias por tu comentario, y me apunto el relato. Creo que no lo he leído…