Como lector, a veces acabo un poco harto de autores que no saben cómo terminar sus novelas. Se suele hablar largo y tendido de cómo deben trabajarse las primeras frases o páginas de un libro (yo mismo lo hice aquí), pero una lectura agradable y una historia bien construida se pueden venir abajo en el último momento si el final no está a la altura de las circunstancias.
El final y las expectativas del lector
Un buen final debe ser satisfactorio desde un punto de vista emocional, una conclusión lógica del arco narrativo del protagonista.
No debe parecer forzado ni atropellado. Incluso si el objetivo es lograr impacto o sorpresa, debe desarrollarse de forma natural.
Satisfactorio no quiere decir que los héroes ganen, que el bien triunfe sobre el mal, ni nada por el estilo. Cada historia tiene su propio final, y este puede ser agridulce o incluso terrorífico. «Satisfactorio» en este caso hace referencia a la culminación de las expectativas que el escritor ha ido planteando a lo largo de la historia.
Por ejemplo, detesto el tipo de finales a lo Scooby Doo, cuando se revela que, en el fondo, el monstruo no era otra cosa que un promotor inmobiliario con una máscara de goma. Si has prometido un monstruo en tu novela -un vampiro, un hombre lobo, lo que sea- deberías ofrecer uno. Y si el monstruo podía ser derrotado, entonces debe ser derrotado.
Al mismo tiempo, los finales han de ser honestos y no defraudar al lector. Piensa en la pistola de Chejov: si has presentado un arma en el primer acto, debes dispararla en el tercero. Al acabar de leer tu historia, el lector debe cerrar el libro con la idea de que la sucesión de hechos que se ha producido no podía haber tenido lugar de ninguna otra manera.
Quizá una de las formas de lograr esta naturalidad es ofrecer indicios del desenlace a lo largo de la historia. En otras palabras: volver a jugar la baza de la anticipación o foreshadowing. La utilización de elementos vagos no destruye la sorpresa ni el impacto, tan solo los enmarca dentro de una narración en la que parecen inevitables.
Claridad y coherencia
F. Nolan (en How to write horror fiction) considera que la claridad es vital: el final de una historia no debe ser ambiguo. En muchos casos tiene razón, pero la ambigüedad también es un recurso narrativo que puede ser explotado en historias complejas o introspectivas. El objetivo en estos casos es ofrecer un final que puede interpretarse de dos formas distintas y corresponde al lector, no al escritor, tomar partido por una u otra.
La clave aquí es que ningún elemento se deje al azar: cada una de estas alternativas debe conducir a un final igualmente satisfactorio, lógico, coherente y cerrado. Este es uno de los grandes errores de guionistas como Damon Lindelof (responsable de series como Lost y películas como Prometheus): sus historias atrapan y plantean misterios fascinantes, pero terminan con una ambigüedad, producto de la acumulación de elementos narrativos sin orden ni concierto, en la que no hay resolución posible.
El escritor debe conocer su historia. Debe existir una salida para los personajes y, en definitiva, un punto final para todos los elementos que ha ido desplegando a lo largo de la novela sin dejar ningún cabo suelto. El objetivo lógico es producir la satisfacción con el cierre. El desasosiego y la intriga son emociones más apropiadas para explotar en otros puntos de la trama. Si se hace (que se puede hacer, faltaría más), debe existir una razón meditada para ello. Las preguntas que el lector se plantea una vez cerrado el libro no pueden ser las mismas que el escritor hubiera querido resolver… pero no ha sabido cómo.
El final de un cuento puede, por el contrario, ser muy distinto al de una novela. Los cuentos son más cortos y por tanto la inversión de tiempo y la implicación del lector son menores. El arco de personaje no tiene por qué cerrarse; en la mayor parte de los casos ni siquiera hay un arco que cerrar.
El final de un cuento también puede ser más arriesgado que el de una novela y en él tienen cabida con más frecuencia los finales irónicos, o aquellos que se quedan a las puertas de un gran desastre. También hay lugar para los finales de tipo circular: La historia se reinicia. El final retorna, en cierto modo, al punto de partida. Esto no tiene por qué implicar la ausencia de cambio. A veces sí (de nuevo, en relatos cortos sobre todo), pero otras veces no: la vuelta al principio es un recurso muy útil para enfatizar el modo en el que la historia ha transformado el mundo o al héroe.
El ejemplo perfecto -y ya un tópico- de lo que se considera un mal final es esa historia en la que se descubre que todo «era un sueño» del protagonista y que nada de lo leído ha ocurrido de verdad. Además de ser un cliché, es muy injusto para el lector porque le ha hecho perder el tiempo. Dicho esto, un final del estilo del «todo era un sueño» es imperdonable en novela, pero algo más aceptable en un relato, porque la inversión emocional y de tiempo del lector es bastante inferior.
La resolución del conflicto
Nolan también considera que la historia debe terminar cuando el conflicto se resuelve. Aunque parezca una obviedad, en muchas ocasiones los finales se alargan durante demasiadas páginas, como si el escritor tuviera miedo de desprenderse definitivamente de los personajes. Este sentimiento tan humano no tiene sentido en una obra literaria. Ha pasado el clímax, se ha resuelto el conflicto y es el momento de decir adiós del modo más expeditivo posible. De no hacerlo, corremos el riesgo de caer en el anticlímax.
Para concluir el artículo de esta semana, resumo un puñado de cuestiones que Nolan creía que debían tenerse en cuenta a la hora de escribir los últimos miles de palabras de una novela:
No introducir nuevos personajes en la historia: El momento de las presentaciones ya ha pasado. Cualquier nuevo personaje que aparezca aquí por primera vez resultará forzado y, sobre todo si juega un papel importante en la trama, parecerá un intento torpe de deus ex machina. El escritor debe terminar la partida con las piezas que ya ha distribuida sobre el tablero. Párate a pensar si la función de ese personaje no puede ser cubierta por algún otro personaje de la historia. Si no es así, plantéate seriamente introducirlo en un momento anterior de la narración.
No introducir nuevas subtramas: Lo mismo. En las últimas páginas ya no tiene sentido desviarse de la historia principal. El final es para cerrar las tramas que todavía estén abiertas, no para abrir tramas nuevas.
Incrementar la velocidad de la narración: Según la historia va aproximándose al clímax puede ser necesario ir acelerando gradualmente el ritmo de la narración. Y sí, eso incluye reducir las descripciones y no dar demasiados rodeos. Sin embargo, no tiene mucho sentido destruir la atmósfera creada a lo largo de toda la novela a través de la pobreza de estilo o evitar explicaciones que, bien traídas, pueden iluminar aspectos todavía oscuros de la historia.
Cerrar arcos, tramas y permitir la redención de los personajes: En cierto sentido, la conclusión de todo lo que hemos estado hablando es esta. Todas las ideas que se hayan ido planteando a lo largo de la novela deben cerrarse de forma gradual, tratando de evitar la escritura atropellada. Los personajes deben cumplir (o no) sus objetivos y, en función de su papel, han de obtener su redención o su castigo.
¿Y vosotros? ¿Cómo abordáis el final de una historia? ¿Lo tenéis planificado desde el principio o dejáis que sea la propia escritura la que os lleve a él? Y, por otro lado, ¿os ha enfurecido el final de alguna novela? O peor aún, ¿os ha decepcionado? Podéis contármelo, como siempre, en los comentarios. Eso sí, ¡mucho cuidado con los spoilers!
Escritor de ficción especulativa, slipstream y novela negra. Bloguero inquieto (e inquietante) también se dedica a la traducción y realiza informes editoriales. Le gusta desmontar historias para ver cómo funcionan por dentro, aunque luego no sepa armarlas de nuevo. Autor de Lengua de pájaros, Duramadre y Fantasmas de verde jade (todas con Obscura Editorial).
Que todo sea para bien !
Hola Victor, soy escritor novel de 41 años, empecé a escribir hace menos de un año, solo he escrito 3 relatos y ahora estoy con el cuarto, la verdad es que en dos de ellos sabía el final desde el principio y en el tercero no lo tenía muy claro, pero un día y después de llevar gran parte de él escrito me llegó la idea y además creo que funcionó bien, por lo menos a mi me gustó, ahora en la historia que estoy escribiendo tenía una idea de final desde el principio pero en mi cabeza a empezado a fraguarse otro que me gusta más ahora así que me dirigiré hacia el nuevo a ver como consigo llegar a él dejándolo todo muy bien atado. Un final que me decepcionó totalmente fue el de los pilares de la tierra, vamos que no puede acabar todo tan perfecto para la buenos y tan mal para los malos, eso es de telenovela venezolana.
Un saludo.
¡Hola!
Tu post me ha hecho pensar, sobre todo la parte en que comentas lo de “no añadir subtramas en las últimas páginas”, porque muchas veces lo he hecho inconscientemente. Los finales son la peor parte que llevo porque siempre lo escribo rápido (para terminar de una vez) y me quedan fatal. Por eso, antes de escribir, intento visualizar el final hacia el que quiero llegar, porque así luego no la fastidio a la hora de terminar la novela. Antes hacía eso de dejar que la escritura me llevase, pero menos mal que paré porque terminaba con historias bastante surrealistas, y no en el buen sentido.
¡Un saludo!
Pues muy interesante. Cuando se lee algo tan lleno de lógica es que tiene una muy buena base detrás. Aunque claro, de la teoría a la práctica hay mucha, mucha, mucha/…/ mucha práctica. Yo valoro leer algo con redondez (¿y quién no?), pero de los distintos finales tengo varias sensaciones; casi me gustan menos esos que terminan como si el autor se hubiera acabado sin tinta que los sacados bajo manga. Sin embargo, los que menos me gustan son los contradictorios. De esos podría señalarte una novela que acabé hace poco, premio Herralde, y de la que acaban de hacer una peli… El final me pareció que echaba por tierra todo lo leído, y eso que la planificación de la misma es impecable (Aunque claro, en este caso puede que algo de la trama no haya entendido je, je, je).
Me gustó mucho el artículo, Victor, te descubrí hace poco pero me has enganchado.
Un saludo.
Pues he escrito una noveleta infantil que me ha encantado. Qué me sucede, pues mientras escribo me siguen llegando ideas y si me pongo a desarrollarlas todas me pierdo y cuando me vengo a dar cuenta, mi historia es otra, y para digamos retomarla en muchas ocasiones, tengo que concretar, y hasta eliminar lo que escribí. A veces, complejizo algo que se resuelve de manera sencilla. Es difícil cerrar, quiero decir mucho y me doy cuenta que uno no puede decirlo todo. Termino sin terminar. Por suerte he ido aprendiendo. Ahora hago desmontes de obras, a través de la dramaturgia y eso me ayuda mucho a no perder el hilo rojo. Gracias por sus consejos atinados. Los tendré en cuenta. Ahora estoy en el cierre de una que la veo muy bien y tengo mil finales en mi cabeza. Decidirse cuesta trabajo. Me aferro a los personajes de tal manera que sufro o lloro porque quiero que tengan otro final al que considero el adecuado. ¡Qué difícil es! Y no quiero dejar de escribir para no abandonarlos. No sé si eso es normal. Gracias.
Hola, Olga. ¡Gracias por tu comentario! No te preocupes es algo normal. Si tienes curiosidad, puedes leer esta entrada donde hablo precisamente de ese tema: https://victorselles.com/los-personajes-entes-vivos/
Hola Víctor! Me ha encantado el post. Lo he descubierto ahora porque estoy terminando mi segunda novela y de algunos personajes no tengo claro el final (es coral). En la primera todo me cuadró y eso que era complicada… No sé, lo tenía bastante visualizado. Pero con esta me está costando así que voy a revisar mis fichas y a aplicar tus consejos. Mil gracias!
Por cierto, me decepcionó Un cuento perfecto, de Elisabeth Benavent. Hay que saber escuchar a los personajes y después decirles adiós.
Gracias por tu comentario, Pilar. Me alegro de que te haya gustado el post. ¡Un abrazo!